Muchas de esas expectativas tienen su origen en el deseo de obtener el cariño, el reconocimiento, la atención, el apoyo, la aprobación de nuestros padres.
Tremenda paradoja! Los fuertes no se conectan con su vulnerabilidad y los débiles no se vinculan con su fortaleza: omnipotentes o víctimas, solo extremos… y pérdidas para ambos.
Nos enganchamos en ser “positivos” porque seguimos creyendo que el sufrimiento es un premio; así no salimos de girar en un círculo vicioso que no nos deja crecer.