Ayer, fui con mi amigo Alfonso al Hotel Sofitel, en Recoleta. Mientras disfrutábamos nuestro té, se acerca un empleado que hacía caricaturas gratis y yo acepté. Mientras trabajaba, yo seguí contando una serie de anécdotas que habían pasado cerca de mi cumpleaños y me olvidé del hombre. Cuando terminó, nos sorprendimos de lo bueno del dibujo y de la mirada pícara con que me había retratado. ¿Qué te parece?