¿Cómo te llevas con tu cuerpo y tu entorno físico?

Para los que han venido con un fuerte componente mental o “espiritual” (lo pongo entre comillas porque todo es espiritual), el cuerpo es… ¡un problema!

Hipersensibles, imaginativos, lectores voraces, en contacto con otras dimensiones, con ideas o visiones distintas, con vivencias “raras”, sea como sea, el mundo físico se les presenta difícil, duro, pesado, incomprensible, extraño, salvaje, agitado, etc. Así que mejor es huir hacia los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles, como escribió Machado. Acostumbrados a disfrutar en ellos, bajar a tierra siempre ha constituido un paso arduo de afrontar.

cara tierra
Obviamente, el primero de esos pasos es habitar el cuerpo. Sentirlo, escucharlo, cuidarlo, gozarlo es muy movilizador. Lejos de las abstracciones y fantasías intelectuales o espirituales, el cuerpo aporta un valor de realidad y verdad que son inestimables, evidenciando cómo nos expresa realmente.

El segundo paso es qué cuento se cuentan con respecto a lo que es “el mundo”. Como me decía una consultante, para ella es la selva. Para otros, será una burbuja de colores o una guerra o un shopping o lo que cada uno quiera. Porque de eso se trata: esta es una ilusión que le da a cada uno lo que crea. Por lo tanto, es una cuestión de elección.

Cuerpo y entorno físico no son algo separado de lo espiritual. Por el contrario, son el escenario donde el Alma concierta y demuestra su desarrollo. Honrarlos es fundamental para lograrlo.  Encuentro que sigue siendo un tema controvertido en estos tiempos.  Es más fácil apartarse en una burbuja para meditar o juntarse con otros “como uno” que resolver los conflictos con los que tenemos alrededor.

 La verdadera espiritualidad no es un refugio adonde esconderse sino un forma de vivir integrados: cuerpo y alma, materia y energía, adentro y afuera, arriba y abajo y todas las polaridades imaginables.

Cuando se proclama la necesidad de “vivir en el aquí y ahora”, pocos se dan cuenta de que se trata de vivir “en el cuerpo”, porque sólo él está aquí y ahora.  La mente puede estar volando por cualquier lugar y tiempo.  El alma puede estar desconectada.  Los demás pueden estar y no nos relacionamos.  Cuando estamos sensiblemente concientes de nuestro cuerpo, totalizamos todos los aspectos en este precioso vehículo.

Hace tiempo, en un destello de comprensión, me surgió: “Soy un planeta”. Y es verdad. Todos somos un planeta vasto, múltiple, único, poderoso… hecho girar por un ego que se cree todo… y nada. En esa contradicción se sustenta el desconcierto, la desesperación, las carencias, la apatía que nos carcomen.

Soy un planeta. Contengo miles de vidas y planeo seguir expandiéndome. Estoy profundamente conectada con este cuerpo y con el cuerpo de este otro planeta de tierra y agua y fuego y aire que me nutre y me contiene. Y brillo en la luz reflectante de un sol interno y externo. Soy inmensamente feliz de ser auténticamente yo, una humana divina en este tiempo y en este lugar. Escribo esto para recordármelo.  Y para recordártelo a ti…

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