El Despertar es como el Enamoramiento… (con un poco de culpa)

Una analogía cierta entre perseverar y evolucionar en una relación de amor: contigo, con los demás y con el Universo.

Un paciente que está pasando por un período tumultuoso de tomas de conciencia, transformaciones, incertidumbres, angustias y demás yerbas, agotado, me dice: “estoy pensando que estaba mejor antes, cuando no me daba cuenta de nada”.  “¿Ignorancia es bendición?”, le contesto.  “¡Sí!, parece que así es”, me responde sonriendo.

 

Esta etapa es muy común cuando despertamos.  Al principio, ante el descubrimiento, todo es maravilloso, no paramos de apasionarnos ante tantas sorpresas, estamos repletos de innovaciones y cambios que fluyen sin pausa.  Queremos compartir la buena nueva, evangelizar a los conocidos; ser terapeutas; crear institutos que salvarán a la humanidad.  Es como cuando nos enamoramos: el corazón está lleno de alegría, ansiando más experiencias, todo luce hermoso, la relación funciona, no vemos nada malo.  A medida que pasa el tiempo, comienzan a aparecer pequeñas sombras en el Luminoso Reino de la Armonía y la Felicidad.  Las cosas no eran tan perfectas, no nos sentimos tan optimistas, el futuro se presenta un poco más oscuro.

 

Las idealizaciones, las ilusiones y las proyecciones explotan como pompas de jabón y la realidad muestra su verdad.  ¿Esto significa que estuvimos equivocados, que no estamos preparados o no tenemos capacidad?  No, simplemente ese período (necesario) de impulso, entusiasmo, novedad, utopía, tiene que terminar para dar paso a la exploración, la profundización, el aprendizaje (a través de “prueba y error”), la consolidación.  Las resistencias y rechazos del Ego no se hacen esperar, la impaciencia y las dudas minan la naciente confianza, el emprendimiento parece ser demasiado grande para nuestras fuerzas y posibilidades.

 

anclaje de luz

 

Para colmo, una actitud infaltable nos cae como una piedra: todo eso pasa “por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa”.  Hemos leído muchísimo acerca de este flagelo, creemos que la hemos dejado en el pasado, pero no, está incrustada en nuestro ADN.  Cuando comenzamos el camino, comprendimos que no debíamos echarle la culpa a los demás (familia, sociedad, religión, etc.) y que nosotros creábamos nuestro destino.  La teoría es hermosa pero lo que hicimos en realidad fue pasar de culpar al resto a culparnos a nosotros.  Ahora, se trata de mirar con una lupa cualquier ocasión en que fallamos, dudamos, no nos atrevemos, para mortificarnos con la peor saña (toda culpa exige castigo).

 

Entonces, una parte nuestra quiere volver atrás, piensa que éramos más felices cuando no sabíamos, cree que puede olvidar y retroceder pero… ya no es posible.  Una vez que se atraviesa la puerta, solo se continúa caminando.  Y no, no es mejor vivir sin conciencia porque antes los errores se repetían interminablemente, porque el vacío y la ansiedad no tenían remedio, porque buscábamos “algo”, indefinido y misterioso, que llenara nuestro corazón.

 

Lo encontramos.  En verdad, somos nosotros mismos.  Y no queremos perdernos más.  Tiene sus períodos, sus altas y bajas, sus mesetas; algunos son bellos y luminosos y otros oscuros y atormentados.  Pero valen, no solo la pena, sino la perseverancia, la alegría, la paciencia, la revelación, la sabiduría, el amor.  Una relación real se desarrolla desde el enamoramiento inicial a la madurez compartida, a la profundización de lazos que transitan por la libertad, el respeto, la felicidad, los logros personales y conjuntos, el crecimiento.   En la senda del despertar hacemos eso con nosotros mismos, con los demás, con el Universo.  Permitimos que la Luz brille e ilumine a todos.

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