El Ego es negativo: ilumínalo con la luz de la felicidad

Nos identificamos con el sufrimiento y luchamos contra nosotros mismos: acepta lo que eres y sé feliz con ello.

El otro día, fui a un médico y, para amenizar la espera, pensé en llevar un libro.  Miré mi biblioteca y me llamó uno de Osho.  Hacía mucho que no lo leía y, cuando lo abrí al azar, este párrafo me dio la bienvenida: “Lo primero que hay que recordar es que el ego es el fenómeno más negativo de la existencia.  Es como la oscuridad.  La oscuridad no tiene existencia positiva; es simplemente la ausencia de luz.  Si tu habitación está a oscuras, no puedes echar esa oscuridad, no puedes eliminarla por medios directos.  Si intentas luchar contra ella, te derrotará.  Si quieres hacer algo con la oscuridad, tendrá que ser por medio de la luz.  Si no quieres la oscuridad, enciende la luz.  Lo negativo no existe y lo mismo ocurre con el ego.”

Por más real que nos parezca, el ego es inexistente en el sentido de que es una “creación” del Alma para experimentar en un contexto de limitación.  Lo interesante es que en esta dualidad en la que aprendemos, hemos terminado eligiendo el polo del sufrimiento.  Es más, nuestra identidad deriva de él, no de la felicidad.

Cuantos más inconvenientes, adversidades, enfermedades pasamos, mejores somos, más virtuosos y valiosos.  Parece que el sufrimiento nos da mucho, por lo que no queremos soltarlo.  Nos hace especiales, nos provee atención y comprensión de los demás, nos respetan, ayudan y consuelan, “vale la pena”.  A la vez, nos hace iguales en la desgracia: “¿quién soy yo para ser feliz?”.

Además, para ser dichoso en una sociedad consumista, hay que tener en cantidad y calidad, es necesario escalar posiciones, esforzarse y sufrir para llegar a la meta y, cuando finalmente lo logramos, resulta que estamos solos, nos envidian, tratan de que seamos como ellos: “¿quién es él para ser feliz?”.

Si no fuera patético, sería cómico.  No importa cómo lo planteemos, la serpiente se muerde la cola: siempre se trata de sufrir.  Hemos sido criados en la seriedad, en hacer lo que debemos no lo que queremos, en cumplir las normas y los preceptos, en no cuestionar, en seguir a la mayoría, en no ser individuos, en ir en contra de nuestra voluntad.  Esto nos ha llenado de tristeza y la normalizamos.  Es normal estar tristes y frustrados.  En los últimos tiempos, para paliar esto, “tenemos que” estar alegres y positivos, ser únicos y originales (de acuerdo a las modas, tanto del sistema como de lo alternativo), debemos ocultar lo que sentimos porque mostrarnos mal o negativos es incorrecto, así que la esquizofrenia es total: una máscara de felicidad que oculta un ego sobrepasado, agotado, desdichado, defraudado (“¿quiénes somos nosotros para ser felices?”).

pajaros

¿Cómo salir de la trampa?  Porque si no tenemos problemas, los creamos.  El ego elabora problemas para poder solucionarlos y mantenerse ocupado.  La mente (la productora del ego) no puede ni sabe estar quieta, tiene que encontrar lo que está mal y “arreglarlo”.  ¿Y qué puede estar mal en nuestra vida?  Todo.  Desde lo que somos hasta lo que hacemos, desde cómo lucimos hasta lo que comemos, desde lo que pensamos hasta lo que sentimos, no hay aspecto que el ego no desmenuce para encontrar el error y empujarnos a cambiarlo.

Vivimos luchando contra nosotros mismos.  Nunca somos bastante, ni hacemos lo que debemos ni estamos donde estamos.  La gran revolución (evolución) es ACEPTARNOS.  Es fundamental aprender a dejar de pelearnos con todo lo que está en nuestro entorno y reconocer que esto es lo que somos, esto es lo que hay.  A eso se refería Osho sobre echar luz en la oscuridad, a poner conciencia en las confabulaciones de la mente, en las exigencias del ego: “Soy suficiente tal cual soy”, “Todo está bien en mi mundo”. 

No significa resignación ni mediocridad sino iluminar la oscuridad del ego con la luz de la conciencia (del Ser) y vivir en la presencia de lo que somos.  Cuando dejemos de luchar, comprenderemos que somos maravillosos así como somos, que estamos en el lugar correcto para aprender lo que necesitamos, que no necesitamos grandes cosas ni logros, que la vida cotidiana con sus constantes maravillas (respirar, sentir, tener abrigo y comida, compartir afectos, tener una actividad en la que servir, alegrarse, etc.), que estar en el aquí y ahora (el antídoto y la sanación a las locuras de la mente que divaga) es lo único que necesitamos para ser felices.  Porque ser felices es ser lo que somos y de ello se deriva todo lo demás.  Nada más.

Cuando termino de redactar esto, una ex consultante me envía una foto de ella y su bebé por el Whatsapp, contándome un poco de su vida actual y me escribe: “Soy feliz… me emociona decirlo, aunque todavía no esté todo encaminado (negocio y mi trabajo)”.  Le respondo: “No tengas miedo de decir que eres feliz.  No necesitas encaminar nada para serlo: lo que es, es suficiente.  Disfrútalo”.

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