“El palo de los 28” o cómo asumir responsabilidad

A los 28, aprendemos las consecuencias de nuestros actos. Como individuos y como Humanidad, estamos siendo empujados a asumirlo.

En una charla acerca de los valores (y la falta de) entre personas de distintas edades, se hizo evidente que los mayores acusaban a los menores de no tenerlos y de que no les importaba nada las normas en las que ellos habían basado sus vidas.  A su vez, los menores les recriminaban que esa moralidad eran construcciones hipócritas que habían sido destruidas por los mayores mismos, ya que no se veían en políticos ni referentes más que como máscaras sin esencia real.

Como siempre, todos tenían razón.  La moralidad y los valores varían de una cultura a otra y de un período  a otro… y en los últimos tiempos han cambiado muchísimo, en un amplio sentido.  Muchas reglas personales y sociales (como en la rígida época victoriana) pretenden mostrar la fortaleza de un constructo y terminan siendo fachadas luminosas detrás de las que se esconden todas las sombras posibles (Dr. Jekyll y Mr. Hyde es un producto típico que pretendía reflejar los efectos de ese comportamiento).  Poner el “mal” afuera y tranquilizarnos en la posesión de una supuesta integridad divina que los demás no tienen no nos salva del desastre, porque todos somos uno.  Antes, era fácil registrar al bueno (Superman) pero ahora todo es lo que siempre fue: un combo (Batman).

La nueva religión es el Consumismo y el dinero es el Avatar que traerá la paz y el orden.  Los jóvenes, que han sido bombardeados desde la cuna con publicidad, tienden a creer que esa brillante montaña de productos y experiencias de cualquier clase (desde viajes hasta drogas, desde trabajos varios hasta sexualidades varias) los llevará al Cielo.  Los mayores los ven como faltos de valores, voluntad y perseverancia y que hacen lo que sea, sin interesarles los resultados.

caverna

 Yo pienso en “el palo de los 28” como llamo al primer regreso de Saturno.  Alrededor de esa edad, todos pasamos por alguna vivencia que nos revela el principio de acción/reacción.  Hasta ahí nos creíamos omnipotentes, llenos de energía y posibilidades, de hormonas y deseos, ¿qué nos podía detener, qué nos podía pasar?  Nada.  Pero a los 28, el karma hace su aparición triunfal, la aparente carrera desenfrenada se choca contra la realidad y nos damos cuenta de que todo tiene consecuencias, de que existen la responsabilidad y el compromiso.  Obviamente, muchos se niegan a aceptarlo y siguen como adolescentes eternos, acumulando karma (aunque últimamente se hace más difícil porque las consecuencias son casi inmediatas).

De cualquier forma, todos tenemos asuntos que no queremos asumir y que pateamos con la excusa de la victimización pero, si miramos objetivamente, nos daremos cuenta de que están creando un cúmulo de problemas (en esa misma área o en otras) que terminará explotando en forma de enfermedades, accidentes, pérdidas, crisis psicológicas, etc., obligándonos a aceptarlos y resolverlos sin más dilación.

Me da la impresión de que, como Humanidad, estamos pasando por el palo de los 28.  Destruimos la mitad del planeta, consumiendo y/o guerreando; relativizamos la ética, confundiéndola con moralidad, yendo en contra de nosotros mismos al seguir modelos enfermos; desacralizamos la Vida, creyéndonos superiores y dueños de la Naturaleza; entronizamos al Ego como guía y creador, perdiendo la conexión.  Entonces, “si Dios no existe, ¿todo está permitido?”. 

Estamos presenciando las consecuencias y es hora de despertar y asumirlas.  La ilusoria complejidad de la vida moderna es más una acumulación de deseos e inseguridades egoicos que una realidad.  ¿Verdaderamente necesitamos tanto?  ¿Para qué trescientas variedades de vasos si solo precisamos uno para beber?  La maquinaria del capitalismo tendrá que ser reexaminada y deberemos reconsiderar la igualdad, la sencillez, la paz, la colaboración, el amor como motores del cambio.

No es fácil crecer ni evolucionar pero es más simple si te conectas contigo y tus verdaderas necesidades en lugar de tratar de ser como los demás (recuerda tu adolescencia).  ¿Quién eres, qué deseas, con quién quieres compartir tu vida, qué te guía, para qué estás aquí y ahora?  Te acompaño.

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