¿Integras cuerpo y mente, Tierra y Cielo?

Desde hace años, escribo acerca de los cambios que estamos atravesando como Humanidad, sobre una Nueva Energía que alumbra un paradigma absolutamente distinto del que venimos empleando por milenios.  Los niños y los jóvenes ya traen ese chip integrado y es nuestra responsabilidad como adultos el facilitarles un mundo en el que tengan espacio para desarrollar sus maravillosos potenciales.

¿Cómo hacerlo, a la vez que nos permitimos abrirnos al nuestro?  En principio, aceptando los desafíos que se nos presentan diariamente para liberar décadas de estrategias equivocadas del Ego.  Como le dije a un consultante: “¿cuántas enfermedades más vas a soportar hasta darte cuenta de que estás teniendo una actitud que no te sirve y te daña?”.

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Aquí se evidencian dos aspectos fundamentales.  El primero: las estructuras que adoptamos de niños (consecuencia de las interacciones con nuestros padres y la sociedad y de las predisposiciones que traemos a esta encarnación) ya no funcionan, ni como adultos ni como habitantes de un mundo en transición.  Debemos aprender a pensar y vivir lejos de las nociones de lucha, competitividad, carencia y esfuerzo mezcladas con inmediatez, superficialidad y consumismo del sistema actual.  El nuevo paradigma es tan radicalmente diferente que a todos nos cuesta encontrar la manera de incorporarlo a nuestras existencias.

In-corporación es el otro tema.  El cuerpo es el lugar en que se juega el juego.  Muchos creían que esta divina transformación implicaría que el aspecto físico quedaría relegado y que se trataría de vivir en una especie de limbo de colores rutilantes.  Nada más equivocado.  El cuerpo no es un sucio tacho de basura ni un robot que trabaja bajo las órdenes de la mente.  Es una energía más densa, que evidencia los aspectos del Alma.  Todo está en él y todo se puede saber desde él.

Por eso, interrogar sus formas de respirar, sus dolores, sus síntomas, sus enfermedades, sus posturas, sus emociones, sus atracciones y rechazos, sus bienestares y malestares, sus interacciones con el entorno, sus relaciones con otros cuerpos, nos dan la información que necesitamos para comprender qué cosas llegaron a su fin y qué necesitamos para inaugurar un camino de fluidez y plenitud.

La clave es integrar cuerpo y  mente a un sentido sagrado de la Vida, abrirnos al Ser esencial que somos, el cual trata de contactarse a cada instante, para guiarnos y protegernos.   Aceptarlo y confiar en que será para nuestro más grande bien y el de los demás define la actitud a tomar.  Observemos y tomemos acción en nuestra vida cotidiana.  Y conectemos frecuentemente con la Tierra y la Fuente.  ¿Cómo?

 

En cualquier lugar donde estés, siente tus pies afirmados a la Tierra, percibe cómo su energía entra por ellos, hacia tus piernas, tu pelvis, directo a tu corazón.  Estás recibiendo su apoyo y nutrición.  Respírala desde el centro de la Tierra hacia tu centro. 

Ahora, siente que la Luz del Creador penetra por tu cabeza hacia tu corazón.  Estás recibiendo amor, sabiduría y poder.  Respíralos serenamente. 

Permítete recibir desde los dos puntos: desde la Tierra y desde el Cielo, en una respiración integral que los conecta a través de tu cuerpo.  Exhala hacia el mundo, llevando esas cualidades hacia todo el planeta.  Contribuye al cambio.

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