Ayer, le dije este dicho a una consultante y me preguntó qué quería decir. Surgió a raíz de que ella comenzó a dudar de sí misma y de su valor porque, al estar atravesando una crisis, no puede ver nada más que el problema a resolver (sus miedos) y no todo el panorama.
Así hacemos muchas veces: en afán de tirar lo que ya no sirve o de descartar argumentos inútiles o de desprendernos de conductas o ideas que es tiempo de liberar (el agua del baño), terminamos arrojando también lo más valioso: las cualidades que tenemos, la experiencia que hemos construido, la capacidad que poseemos, los valores que nos constituyen, la posibilidad de cambiar y crear (el bebé). En una actitud desesperada o desesperanzada, tiramos todo, nos desvalorizamos, nos rendimos, cuando solo se trata de soltar o eliminar lo que ya no deseamos.