Muchas veces, se dice que no tomar una decisión es una decisión por sí misma. Es cierto, lo que no se dice es que la escoge las peores partes de nosotros mismos: los miedos, las limitaciones, la inercia, los mandatos, la comodidad, etc.
Cuando nos damos cuenta de que la decisión fue hecha esos agentes o por fuera de nosotros, nos arrepentimos y queremos cambiarla pero ya es tarde: las consecuencias inevitables aparecen y solo se puede capear el temporal.
A todos nos cuesta hacer elecciones conscientes y acordes con quienes somos, pero ese tiempo y esa labor que hacemos al averiguarlas y ponerlas en acción es mil veces más certera, beneficiosa, verdadera y esencial que las que dejamos que se tomen por omisión.