Paciencia: la virtud olvidada

La paciencia es una estrategia que usas mientras esperas la inevitable oportunidad que la vida te regalará, confiando en que eres Uno con Todo Lo Que Es.

 

No tengo paciencia.  La fui aprendiendo a los cachetazos y me falta bastante.  En parte, tiene que ver con mi propia estructura; en parte, me he contagiado de los demás y de esta cultura que privilegia lo veloz, lo instantáneo, lo procesado y predigerido, lo superficial.  ¡Lo queremos todo y ya!

 

En realidad, estamos más acelerados en muchos aspectos.  El tiempo que antes tomábamos para comprender algo, para concretarlo, para darnos cuenta de los aprendizajes, para liberar o sanar, para el retorno del karma, para transitar duros momentos, se ha hecho más corto y más rápido.  Ya no necesitamos de elaborados rituales ni largas terapias ni sanaciones porque la Nueva Energía es potente y simple.

 

El otro aspecto por el que no valoramos la paciencia es porque es una cualidad femenina dada por irrelevante por el patriarcado, al igual que otras como la entrega, la confianza, la presencia, la receptividad, la perseverancia, la sensibilidad, etc.  ¿Para qué tener paciencia si puedo tenerlo, forzarlo, conquistarlo ahora?

 

Según Diseño Humano, hay cuatro Tipos de personas: Manifestadores, Generadores, Proyectores y Reflectores.  Solo los primeros pueden expresar y manifestar (iniciar algo), sin necesidad de esperar ni de necesitar a otros;  constituyen un 9% de la población.  La mayoría de los cursos y programas de desarrollo personal están dirigidos a ellos (que no los necesitan), ya que el resto de los Tipos tiene como estrategia ESPERAR.

 

puente naranja

 

Así entendemos el desengaño general con estas teorías: no le sirven a la mayoría.  Por más rápido que los tiempos sean, aun tenemos que aguardar a que las situaciones y personas vengan a nosotros en el momento y la forma adecuados (Generadores) o que nos reconozcan y nos inviten (Proyectores) o un ciclo lunar (Reflectores).  En lugar de eso, salimos disparados a provocar circunstancias y, cuando no funcionan, nos frustramos o nos amargamos o nos desilusionamos.

 

Para colmo, creemos que la mente es quien decidirá y guiará el proceso.  Nunca podrá hacerlo porque vive en el tiempo lineal y en la dualidad: más bien nos confundirá y/o nos volverá locos acerca de la otra posibilidad que no elegimos.  Entonces, ¿cómo decidiremos?  Según una jerarquía de Centros Definidos, distinto para cada uno: la Ola Emocional, las “tripas” del Sacral, la intuición, la conexión al Ser, etc.  ¿Qué tienen en común? El cuerpo.  Él es el que nos ayuda a decidir correctamente.

 

La palabra que preside cualquier desarrollo y transformación es paciencia.  Sin embargo, la tenemos vinculada a nociones negativas: aguantar cualquier cosa, sufrir calladamente, quedarnos quietos.  Es claro que esto nos hace sentir víctimas pasivas del transcurrir de la vida o de los demás y entonces nos quejamos, nos enojamos y reaccionamos impulsivamente, creyendo que eso es mejor, al igual que un bebé que no puede posponer su deseo.

 

Por el contrario, la paciencia te permite aprender, fortalecerte, prepararte para lo que viene, ajustar tus hábitos y conductas a lo nuevo que deseas, conectar con el momento en lugar de protestar y empujar.  La paciencia es una estrategia que usas mientras esperas la inevitable oportunidad que la vida te regalará, siendo cada vez mejor, dejando que todo fluya hacia su resolución y su esplendor.  No es un tiempo de la mente, sino del cuerpo, de la presencia, de la vivencia del placer, de la experiencia de la esencial paz y armonía que acompaña a la Vida.  Paciencia es esperar y confiar en que eres Uno con Todo Lo Que Es.

 

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