Usted es el soñador de sus sueños

Cada vez que nos dormimos y comenzamos a soñar, dejamos nuestro cuerpo y penetramos en un cuerpo soñador. Nos convencemos de que ese nuevo cuerpo es real mientras estamos soñando, porque de no ser así seríamos incapaces de tener sueños. ¿Dónde podrían tener lugar?

 

El “usted” que se encuentra más allá de la forma vive eternamente en un mundo sin forma. Una afirmación bastante atrevida, seguramente, pero ¿se convencería si pudiera dejar su cuerpo, existir en un mundo sin forma y luego volver a entrar en su cuerpo y existir en el estado que denominamos forma? Piense que usted lo hace cada noche, y que pasa aproximadamente un tercio de su vida practicándolo. Se le llama soñar, y puede enseñarnos mucho como parte del pensamiento puro.

Observemos lo que sucede cuando abandonamos nuestros cuerpos y nos adentramos en el mundo de los sueños.

Cada vez que nos dormimos y comenzamos a soñar, dejamos nuestro cuerpo y penetramos en un cuerpo soñador. Nos convencemos de que ese nuevo cuerpo es real mientras estamos soñando, porque de no ser así seríamos incapaces de tener sueños. ¿Dónde podrían tener lugar?

Echemos una ojeada a las reglas de los sueños, y comprobemos la gran diferencia que existe con respecto a las que aplicamos en la vigilia.

mirando el cielo

En primer lugar, en los sueños el tiempo no existe. Podemos avanzar y retroceder a nuestra voluntad. Podemos estar con alguien fallecido hace muchos años y cuya presencia nos parezca muy real. Podemos volver a ser adolescentes, y también eso nos puede parecer muy real desde nuestro cuerpo soñador. Podemos vivir toda una vida en una secuencia de sueño que dure catorce minutos y nuestro cuerpo soñador creer que ha sido cierto.

En segundo lugar, mientras soñamos no existe la relación causa-efecto. Puede darse el caso de que nos encontremos hablando con alguien a quien conocemos muy bien, y que al cabo de una décima de segundo nos hallemos en un autobús conversando con un extraño. Puede suceder que emprendamos una acción cuyos resultados sean opuestos a los obtenidos en la vigilia.

En tercer lugar, los sueños existen sin necesidad de un principio y un final. Puede ser que en mitad de una secuencia nos traslademos a otro lugar, y que más tarde regresemos mucho más jóvenes de lo que éramos hace un momento.

En cuarto lugar, en los sueños cada obstáculo se convierte en un tipo de oportunidad. Si en el sueño vamos conduciendo por una carretera que de repente finaliza en un acantilado, podemos darle la vuelta a ese contratiempo y en vez de precipitarnos al abismo, volar por encima de él. En una escena de persecución tal vez seamos capaces de detener las balas al vuelo.

En quinto lugar, nosotros creamos todo lo necesario para nuestro sueño. Este punto es muy importante. Si nos hace falta una persona que chille y dé grandes alaridos, nosotros mismos la creamos al igual que la escena con los gritos. Somos nosotros quienes creamos todas las personas y las cosas que necesitamos para los sueños. Porque, de no ser así, ¿quién lo hace?

En sexto lugar, nuestras reacciones en los sueños se manifiestan en nuestro cuerpo, pero las causas de esas reacciones son sólo ilusiones o pensamientos. Por ejemplo, si usted sueña que alguien le amenaza con un cuchillo, el corazón empezará a latirle con más fuerza, y eso es algo real. Pero el cuchillo y el individuo que lo empuña son una ilusión.

Y en último lugar, la única manera de saber que hemos estado soñando es despertar. Si soñáramos veinticuatro horas al día, ésa sería nuestra realidad.

Wayne Dyer

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