Cada vez que nos proponemos algo, es inevitable esperar determinados resultados y satisfacciones. Cuanto más detalladas, fuertes y definitivas (del tipo “si no pasa esto, es el fin”), más decepción y sufrimiento encontramos. Disfrutar el recorrido es una buena estrategia.
Cada año, nos proponemos cosas nuevas pero actuamos igual. Esto es debido a las huellas neuronales que hemos incorporado en la infancia. Debemos crear nuevas, con la ayuda de nuestro Niño Interno.
Caminaba por la av. Cabildo y presencio esta escena al pasar: un viejito muy elegante comía en una mesa a la calle, con parsimonia y placer, cuando otro viejito (un poco más joven) se acerca y le acaricia la cabeza, preguntándole: “¿Te gustó la empanada? Yo te invito”. Y me dio una ternura infinita… Esas pequeñas cosas me alegran el día…
En lugar de pirotecnia, lanza globos y propaga luminosos buenos deseos.
Es muy necesario abrir los ojos a lo que nos es dado y encontrar nuestra propia voz. Estamos en tiempos de cambio. Y tú eres el cambio que estás esperando. Haz tu luminosa tarea.
Cada vez que pongo las causas afuera, me victimizo. Cada vez que culpo a alguien, me victimizo. Cada vez que me juzgo menos (menos cualquier cosa), me victimizo. Cada vez que dejo de maravillarme del Ser que Soy, me victimizo.