Acostumbramos pensar que recordamos objetivamente lo que nos ha sucedido, pero nuestros cerebros no funcionan así. En realidad, está comprobado científicamente que “nuestros cerebros no están ahí simplemente para registrar el pasado de manera perfecta y confiable. Están ahí para navegar por el presente y pensar en el futuro. Son estas cosas maravillosas y creativas que son excelentes para resolver problemas, que nos permiten ser inteligentes, recombinar creativamente piezas de información que hemos recogido en el pasado y juntarlas de una manera que nunca antes habíamos hecho para crear una nueva historia, una nueva solución, una nueva idea.”
“Cada vez que vuelves a tomar una pieza, la remodelas y potencialmente haces una muy diferente a la que tenías. Les quitas y les pones partes, porque olvidas algunas o porque te tomas prestados recuerdos de otras personas u otras fuentes. Lo intrigante de los recuerdos es que no tenemos acceso a la versión original, sólo a la que hicimos la última vez”, (palabras de Julia Shaw, psicóloga de la Universidad College de Londres).
Es tan maleable nuestra memoria que hicieron la prueba de implantar recuerdos de sucesos que jamás habían pasado, a través de inducciones… y resultó que las personas los fueron recreando como si hubieran sido ciertos, agregándoles detalles y emociones que no eran reales.
Por ello, podemos tener recuerdos falsos o, lo peor, es posible que nos manipulen haciéndonos creer cosas que no son legítimas. Tenemos una “versión” de lo que hemos vivido y de nosotros mismos, no una verdad. Y, de cualquier forma, ¿cuál es la verdad? En una próxima entrada, me extenderé sobre cómo podemos usar esta información. Mientras, ¿te replanteas tus memorias?
