En mi juventud, cuando trabajaba en relación de dependencia, comencé a observar cómo cambiaban los parámetros, mediante la apelación a ciertas herramientas psicológicas. Términos como “productividad, excelencia, autogestión, proactividad, calidad total, competitividad, autoexigencia, individualidad” y otros se comenzaron a hacer populares. Ser un empleado de una multinacional o emprendedor se consideraba glamoroso, excitante; estar compenetrado con los objetivos de las empresas trabajando durante horas era recompensado con prestigio, mucho dinero, extras, un aura de triunfador difícil de rehusar.
Me di cuenta cómo todos entrábamos en ese sistema, buscando las mieles del éxito prometido. Ya no se necesitaba un régimen autoritario y represivo, con un jefe mandón, para ganar lo adecuado para vivir. Ahora, nosotros mismos nos exigíamos para consumar el modelo, para ganar mucho más y retirarnos lo antes posible, para disfrutar la vida merecida. Los viejos códigos estaban obsoletos y una nueva generación imponía los suyos (o se los imponían y no se daban cuenta…).
En cierto sentido, vi el nacimiento de la vuelta de tuerca del capitalismo: de esclavos de la máquina a ser máquinas esclavas, de ser dirigidos a ser automotivados. Antes, la productividad era para los autómatas, ahora nosotros nos transformábamos en autómatas perfectos, con cuerpos perfectos, para cumplir los objetivos. Una sutileza que marcó la explosión de riqueza más grande de la historia. Todo tiene un precio: lo está pagando la Naturaleza (ese poderío se realizó a costa de esquilmar los recursos de la Tierra) y nosotros (que nos desconectamos de ella y de la espiritualidad). Solo el ego descontrolado puede crear monstruos brillantes y deseados.
Pronto, caí en la cuenta de que eso no era para mí: no tenía la energía para soportarlo y yo venía a romper sistemas, no a perpetuarlos (por eso me echaban de todos los trabajos), así que me retiré a los márgenes para encontrar mi propia modalidad. No solo en el tema laboral sino en cualquiera; siempre, me había cuestionado el papel de la mujer, las jerarquías, la religión, la sexualidad, los estudios, lo que sea. Fui encontrando mis respuestas… y lo sigo haciendo…
No estoy en contra de la evolución. Me parece infantil esa pretendida regresión a un pasado idealizado, pre-industrial, bucólico, que generalmente es posible para gente con dinero e irrealizable para la mayoría. Debemos encontrar un sistema que deje de abusar del planeta y de nosotros mismos, que atienda a la totalidad que somos (cuerpo, mente, alma), que deje de ser excluyente y sea responsable y fraterno. No tengo soluciones más que trabajar en mi interior y ayudar a otros a despertar y buscar sus recursos.
No es fácil despertar de la Matrix. Observo que muchos caen en otra Matrix, una contraria y complementaria, como dos caras de una misma moneda. Cada uno está haciendo su papel. Lo importante es estar conscientes de nuestra contribución y asumir las consecuencias. Mi mirada es mía y mi vida es mi decisión: si le sirve a alguien, maravilloso; si no, también. Si todos comprendiéramos lo significativo de nuestras existencias, agradeceríamos y seríamos humildes con nuestro aporte, porque no hay uno mejor que otro. Todos Somos Uno.
Tu diseño es el “filtro” a través del cual tu Ser se manifiesta y crea.
