
La mayoría de nosotros tenemos una escucha “reactiva”:
– esperamos que el otro termine (o lo interrumpimos) para decir lo nuestro,
– largamos los discursos internalizados de siempre,
– fingimos oír mientras estamos pensando en otra cosa,
– disparamos consejos no pedidos,
– descargamos nuestra mente abarrotada o nuestra emocionalidad desbordada,
– criticamos a los demás por dentro,
– (llena este ítem con lo que haces). En realidad, no escuchamos.

La escucha “activa” es cuando hacemos un silencio interno en donde el otro es verdaderamente tenido en cuenta. Una conversación supone un intercambio, en el cual dos diferencias se conectan para encontrar proximidades, en el cual cada uno se permite escuchar para escucharse, para conocer y conocerse. Esto es posible si estamos en el aquí y ahora, abiertos, vulnerables, no cuando hacemos lo que cité anteriormente.

Como dijo el filósofo Byung-Chul Han: “Escuchar no es un acto pasivo. Se caracteriza por una actividad peculiar. Primero, tengo que dar la bienvenida al otro, es decir, tengo que afirmar al otro su alteridad. Luego, atiendo a lo que dice. Escuchar es un prestar, un dar, un don. Es lo único que le ayuda al otro a hablar”. Y a nosotros también…

Cuánto estás abierto a escuchar, también tiene que ver con tu diseño: www.abrazarlavida.com.ar/carta-diseno-humano