
Desde hace un tiempo, estoy mirando “Supervivencia al desnudo”, un reality con personas que van a lugares remotos y salvajes, sin ropa, sin agua, con un par de cosas (un machete, un encendedor) para vivir 21 o 40 días. Como me fascina observar el comportamiento humano, me encanta ese tipo de programas.

Una de las primeras cosas que percibí es que los que van con onda ganadora, como que van a comerse el mundo y domar a la Naturaleza, se van al tercer día llorando. Los calladitos y humildes se quedan hasta el final. Los soberbios suelen ser hombres y los segundos, mujeres. Cuando ellas se dan cuenta de que ellos están por rendirse rápido, tienden a ayudarlos y a hacer mucho para que se queden, por miedo a estar solas, pero, una vez que se fueron, sacan fuerzas de donde sea y permanecen.

Juntan a hombres “machos” con mujeres fuertes, que temen que ellos las reduzcan a los papeles tradicionales (juntar agua y cuidar el fuego), mientras salen a cazar. Aquí, se dan distintas situaciones; siempre comienzan a pelearse por eso, y algunos hombres comprenden y les dan lugar, otros continúan queriendo dirigir y terminan separándose, otros hacen un buen equipo, juntando las habilidades de ambos.

Como en todos lados, hay alguno que trabaja mucho y otro que se deja llevar o hace lo menos posible. Me sorprendió la cantidad de hombres que, como comenté antes, entran con grandes pergaminos y se van enseguida o que directamente son inútiles, pero lo niegan. Y también me encantó los que son competentes y colaboradores, que saben escuchar, contener, expresar sus propios temores, crear camaradería.


Me sorprende la subestimación de las condiciones horribles. Los que van son fanáticos del programa, con conocimiento de técnicas de supervivencia. Cuando llegan, se asombran de cuán espantosas son las situaciones: el sol implacable, los insectos que pican sin cesar, lo difícil que es hacer fuego y conseguir comida, los días de lluvia inacabable, etc. ¡Vieron eso en cada capítulo, pero pensaron que no era para tanto, que a ellos no les pasaría!

Miran a los anteriores que bajan entre seis y quince kilos, se enferman, no duermen, lloran, se asustan de los depredadores, caminan kilómetros hasta que se les lastiman los pies y se les quema la piel… ¿y creen que va a ser un picnic? No los entiendo… Aun así, muchos se quedan y buscan sobrevivir y hasta prosperar, haciendo uso de las capacidades y formando un buen equipo con los compañeros. Esto es interesante: la estrategia de algunos es simplemente durar, morirse de hambre hasta el final, mientras otros buscan continuamente progresar.

Es un formato eminentemente de Estados Unidos; los integrantes van a probarse, a hacerse fuertes, a sanarse. En la versión francesa, van a la “aventura” (dicen mucho eso) y, al primer problema con el lugar o la otra persona, se van. Eso sí: racionalizan la renuncia y enfatizan todo lo que aprendieron… en dos días. En la única que vi de Brasil, las mujeres lloraban todo el tiempo, aunque se quedaron. En fin, es interesante mirar desde la cama cómo lo hacen, jajaja! Yo nunca iría, pero aprendo mucho observando.