
“En lugar de arreglar nuestro mundo, usamos psicotrópicos para que la gente acepte el mundo roto que les ofrecemos”. Esta frase la dijo una psicóloga en un documental sobre Xanax, un ansiolítico que se vendió como la panacea para sobrellevar las cargas que esta sociedad va poniendo y que vamos consintiendo como “normales”.

Jamás, la humanidad ha vivido a la velocidad que aguantamos (porque esa es la palabra). Corremos para todo, de un lado a otro, llenos de exigencias cada vez más grandes, tras un perfeccionismo imposible y unas metas falsas. El ego cree que así compensará sus faltas y que alcanzará la felicidad, mientras se estresa y se enferma tratando de lograr cosas que nunca alcanzan.

Somos máquinas, con un chip inculcado y manipulado. Sin la Conciencia, que nos conecte a la Verdad, seguiremos empeorando, mientras otros se llevan los frutos de tanto esfuerzo. Justamente, cuando dejemos de glorificar la lucha y la ocupación continua sin un propósito personal, estaremos más cerca de ser nosotros mismos.
