Aunque hay un par de interpretaciones acerca de este dicho, siempre lo he usado para advertirle a un consultante que todo se logra paso a paso. Es muy común que, cuando se comienza una labor terapéutica, o, cuando se inicia un proyecto de cualquier clase, también empiece la ansiedad por la cantidad de “pendientes” que aparecen. Vivimos en tiempos veloces y queremos todo ya. Esto conspira tanto con el éxito de lo que deseamos que muchos abandonan todo, impelidos por la urgencia de los resultados.
No comprenden que, al ponernos metas, encontraremos desafíos y obstáculos, que serán los que nos ayudarán a desplegar nuestros aprendizajes y potenciales. Lo peor que podemos hacer es desanimarnos ante las dificultades. En ellas encontraremos las enseñanzas y los logros más grandes que podamos imaginar. Lo que verdaderamente interesa es en lo que nos vamos transformando mientras lo logramos. Así, nos iremos conociendo, expandiendo, creando, intercambiando, entregándonos al devenir de nuestra vida interior, que se manifestará en el exterior de formas cada vez más armoniosas, ricas, alegres, amorosas.
¿Estos desafíos deben ser dolorosos, difíciles, enormes, extenuantes? NO. Esta concepción de que “cuanto más fuertes, más valiosos” es terriblemente limitante y sufrida. Por un lado, es parte de un condicionamiento (y manipulación) cultural. Por otro lado, el problema es que, al vivir en la mente, no en el cuerpo, dejamos pasar los pequeños momentos valiosos porque la mente quiere EL gran momento, LA gran revelación, LOS grandes pasos trascendentales. Las minucias son poco para su omnipotencia. Además, piensa que esas grandes cosas deben ser logradas ya mismo, por lo que desprecia la constancia, el paso a paso.

Para colmo, vivimos en una cultura que pone a la fuerza de voluntad como el único motor del logro. Solo un 36% la tiene consistentemente. Para el resto, se trata de buscar la motivación y la determinación en otras fortalezas de nuestro diseño, además de aplicar la perseverancia y la focalización. Cuando vivimos desde el No-Ser, el sacrificio es la manera de conseguir algo, por lo que perdemos energía, tiempo y autoestima en ese proceso de dar todo por migajas.
Como Humanidad, debemos pasar la dirección de la mente al cuerpo. Esto significa dejar de tomar decisiones desde la cabeza y permitir que el vehículo (que está totalmente conectado a nuestro propósito y al entorno, al flujo de la energía) nos dirija. También, implica dejar de vivir en el tiempo lineal de la mente (pasado, presente y futuro) y existir plenamente en el aquí y ahora, la frecuencia del cuerpo.
Entonces, volviendo al tema, no debes escalar el Everest en un día. Cada día tiene su afán, vive conscientemente, estate atento a esos pequeños momentos en los que tu Alma te presenta una oportunidad para acercarte a lo que te propusiste. Y tómala, no la dejes pasar, ya que el cambio se logra acumulando acto tras acto hasta la transformación final, que sucede casi sin que te des cuenta. Valora tu presente: es un regalo.