Si tomáramos conciencia de la cantidad de estímulos que filtramos cada día, seríamos más cuidadosos con nosotros mismos. Somos seres multidimensionales, que lidian con un cuerpo humano y sus limitaciones, además de los influjos infinitos del entorno.
El solo funcionamiento del físico consume alrededor del 65% de nuestra energía. Creemos que pensar es gratis, pero también la disipa (gasta glucosa y oxígeno en hacerlo). Queda poco para el resto… Y, sin embargo, nos exigimos hacer y hacer sin parar. ¡Ah! A esto hay que agregar que el cuerpo está en un proceso de refinamiento energético para espiritualizar la materia… ¡Cartón lleno!
En esta exigencia positivista de ser y hacer de todo, no escuchamos al cuerpo que nos advierte de su cansancio, de su necesidad de descanso y bienestar. La mayoría tiene un GPS incorporado (el Centro Sacral), que le avisa muy claramente en qué actividades involucrarse y en cuáles no. Sin embargo, esa mayoría “piensa” esas opciones y casi siempre elije mal.
La mente está pendiente de miles de tonterías en su ilusión de que puede controlar todo… y se le pasa lo que realmente la está afectando…. en primer lugar, ella misma y su falta de realidad. Estamos en tiempos complicados y así seguirá. Si no aprendemos cómo funciona nuestro diseño particular y sus estrategias, seguiremos siendo carne de cañón para el sistema.
Como comenté en algún momento, estamos pasando de unos 400 años de apoyo Tribal a una nueva era de Individualidad. Ella implica vivir en el aquí y ahora para aprovechar las oportunidades creativas que se despliegan en el presente. Si estamos cargando el pasado, ansiosos por el futuro, desperdiciando nuestro potencial y sosteniendo modelos perimidos, no será fácil la transición. La máxima de Delfos (“Conócete a ti mismo”) sigue vigente.