Un tema común con pacientes en estos tiempos es la toma de conciencia de cómo han estado viviendo durante años, normalizando situaciones, actitudes, relaciones, que ahora se dan cuenta que los dañan, los limitan, los perturban, los hace infelices. Como comenté hace poco: “¿Cómo no me di cuenta antes?!” (la dificultad de ver lo obvio).
Una decisión apresurada es querer cambiar todo de golpe o hacer grandes movimientos heroicos. Es una mala opción, en general. Las verdaderas transformaciones son procesos, aun las que parecen surgir mágicamente: como en una metamorfosis, cuando observamos el capullo parece que no está sucediendo nada, pero adentro hay una enorme actividad, que se revela cuando aparece la mariposa.
Si queremos apurar el nacimiento, podemos matar o retrasar su manifestación, así que lo mejor es tener la paciencia necesaria para permitir su gestación. ¿Cómo lo hacemos? Dejando que las dudas, los miedos, las dualidades, los condicionamientos, las historias, cualquier cosa encuentre su cauce dentro nuestro y sea revisado, sanado, liberado o creado. Esto lleva tiempo. Puede ser un tiempo borrascoso, luminoso, doloroso, placentero, silencioso, expresivo, quieto, impaciente, lo que sea, mientras no nos quedemos en un solo registro: aprendamos a fluir y soltar.
Una de las cosas a realizar es cuestionarnos cómo queremos vivir. Casi nadie se hace esta pregunta; simplemente, se normaliza lo que hay y se existe así, soportando, resistiendo, tolerando, como si no tuviéramos decisión al respecto. Siempre hay opciones. Y comienzan creándolas interiormente: si no creemos posible algo, no sucederá. El primer paso es la idea, luego la palabra y finalmente la acción.
Observando nuestros pensamientos, actitudes y reacciones, podemos darnos cuenta el entorno mental en el que vivimos. Habitualmente, es el familiar, en el que nos criamos y tomamos como normal. A menos que lo desafiemos y concibamos otro, repetiremos historias sin contribuir con nada personal, original. Somos seres individuales, dentro de un colectivo, pero nuestro aporte trae algo nuevo, creativo, propio y es la posibilidad del cambio.
¿Te preguntaste cuáles son tus dones y aprendizajes? ¿Pensaste cómo te gustaría que sea tu día, cómo quieres ser tratado, con quiénes estar, en qué lugar, qué partes de ti desearías alumbrar y cuáles dejar de alimentar, qué cualidades movilizar para atraer personas y circunstancias? ¡Hay tanto para descubrir! En lugar de los pensamientos repetitivos de siempre, podrías usar tu valioso tiempo en crear un ambiente que te satisfaga.
¿Es suficiente? Por supuesto que no. Comienza a hablar sobre esto, a escribirlo, a expresarlo de alguna manera, a que vaya tomando forma. ¿Ya está? Ahora comienza la verdadera etapa de desafío: lleva esto a tu vida cotidiana, paso a paso, en pequeñas dosis, en un constante Prueba y Error, ajustando, adaptándote, encontrándote, haciéndote feliz.
Esa es la real r/evolución: date una buena vida. La tuya, no la que te venden los demás; algo simple, conectado, tranquilo, con presencia, respirable, en el que tu corazón sonría al contemplarlo. El ruido y el movimiento del mundo se han vuelto tan frenéticos que te distanciaste; vuelve a ti. Te acompaño.