El orden que organiza.

Al no ordenarnos, propiciamos el desorden a nuestro alrededor.

Le comento a una paciente: “Tu mantra es “Tengo que organizarme”, pero nunca lo haces, por lo que repites constantemente los mismos errores, perdiendo el tiempo y dejando que se aprovechen de ti.” Le propongo que comience por ella misma, ya que come en cualquier horario, cualquier cosa, deja de hacer gimnasia, corre detrás de los acontecimientos, todo clase de despropósitos porque privilegia a los demás en lugar de a ella…

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Al no ordenarse, propicia el desorden a su alrededor y lo único que logra es que los otros se abusen de su enorme energía para que ella haga lo que ellos quieren o deberían realizar. Esto también perturba la autoridad en su espacio: al no pararse en su sitio, los demás toman lugares y decisiones para las que no están preparados, mientras ella cree que está siendo “inclusiva, buena, equitativa”. No se trata de poder, sino del orden que se crea cuando que cada uno hace lo suyo, a fin de que todos se beneficien de un trabajo bien hecho.

🤦

Iniciar por uno mismo hace que esa actitud se derrame y expanda sobre el resto de las cosas, propias y ajenas. Esto requiere aceptarnos y valorizarnos, lo cual redundará en ejemplo potencial para los demás, a la vez que nos evitará conflictos inútiles que se solucionan con medidas internas, no externas: peleamos afuera lo que no resolvimos adentro.

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