
El otro día estaba pensando en qué es la paz y comprendí algo: la paz es el perfume de Dios. Cuando Dios está cerca de ti, hueles ese perfume. Y es exquisito, maravilloso. Los sentidos bailan, y en ese momento la vida se completa. Ese precioso aroma, ese maravilloso perfume, es lo que el corazón desea. Una, y otra, y otra vez. El día en que empieces a aceptar la dulce –dulce- realidad de tu existencia, es cuando comprenderás la importancia de la paz. Ese día empezarás a comprender la sencillez de estar vivo. Ese día entenderás qué es lo esencial en todo esto.
¿Por qué no comprendemos el valor del aliento hasta que ya no podemos tomar ninguno más? ¿Cuál es el valor del aliento? Su valor es que hace que tú seas tú, en lugar de polvo. ¿Es eso algo valioso? Sí. ¿Y qué es? Un regalo. ¿De quién? De Dios. De aquel que no puede ser definido, de ese Dios. Así que mi pregunta es: en ese aliento, ¿has olido el perfume de Dios? ¿Quieres hacerlo? ¿Sería importante para ti sentir la presencia de la paz en ese aliento? ¿Sentir el corazón lleno de alegría? ¿Ver con la sencillez de un niño? ¿Comprender, no la pregunta, sino la respuesta?
El aliento está entrando y saliendo. Es todo lo que tengo que decir. Si quieres saber más, es posible. Si quieres encontrar la paz que yo he encontrado, puedes hacerlo. Es sencillo. Cuando oscurece, enciende la lámpara. Pero tienes que saber dónde está la lámpara y cómo encenderla mientras aún haya algo de luz. No vas a buscar a tientas en la oscuridad la lámpara y el encendedor. Eso se llama sabiduría. Permanece quieto y comprenderás. Porque, a pesar de todo el movimiento de este mundo, hay una quietud magnífica dentro de ti. No tienes por qué dejar tu religión para encontrar paz; ni renunciar a tu familia o a tu trabajo. ¿Por qué? Porque la paz ya está en tu interior.
Abre la puerta. Olfatea, y apuesto a que, si lo haces desde el fondo de tu corazón, vas a oler una fragancia que es al mismo tiempo la más magnífica, la más nueva y la más familiar. Puede que enciendas incienso para que tu casa huela bien, pero hay un incienso que ya está encendido en la casa de tu cuerpo; huélelo. Es el perfume de Dios. Huélelo. Y siéntete satisfecho, siéntete pleno.
Prem Rawat
2 comentarios
Gracias.
Permitámonos disfrutar el Perfume…
Besos.