
Hace años, después de haber pasado una de esas oscuras noches del alma, alguien me dijo que yo parecía muy serena, que me tomaba las cosas con aceptación y calma. Me sonreí y le contesté que esa paz me había costado mucho esfuerzo.

Estuve un tiempo con esa frase en mi cabeza; al principio, diciéndola con orgullo, y luego con incomodidad. ¿Por qué? Entonces, me cayó la ficha: yo seguía poniendo la lucha como un valor, continuaba narrando mis desgracias con alarde, seguía poniéndome en el lugar de Víctima.

Así, decidí que ya eso era todo parte de mi pasado, soltaría las experiencias para quedarme con el aprendizaje, me liberaría de la necesidad de mostrarme fuerte a través de la adversidad, simplemente viviría en el presente.

Muchos pasan su existencia relatando sus múltiples miserias, con lo que se aseguran de seguir originándolas, y otros las cuentan para mostrar que las superaron. ¿No preferirías dejar de enfocarte en ellas y fluir con lo que sucede y creas, más armónicamente?