
En esta sociedad del consumo, nos exhortan a comprar toda clase de cosas en el espejismo de que lograremos la elusiva felicidad… que se nos escapa en cada adquisición. Juegan con la carencia esencial del Ego y su constante insatisfacción y, obviamente, todos caemos. Una medida efectiva a esta noria tóxica es la de dejar de comprar y comenzar a regalar/vender/tirar aquello que no tiene un propósito definido, que no es útil, que no hemos usado en años, que es redundante.

Si miramos a nuestro alrededor, hay cientos de artículos que cumplen alguno de estos parámetros. Cuando nos damos cuenta de que no precisamos tanto, que tenemos lo necesario, que hay espacio y claridad, que “tenemos empleos para comprar cosas que no necesitamos para impresionar a gente a la que no le importamos”, empezamos a vivir menos presionados, a mirar adentro para buscar lo verdadero, a poner atención en lo real y no en una ilusión que nos venden y que no nos aporta nada.