Muchas personas creen que hacerlo es pasársela advirtiendo o hablando sobre ello, lo cual resulta en un efecto contrario, ya que todos están tan hartos de escucharlo que ya no les importa. Poner límites es SOSTENERLOS. Y eso se produce en la práctica: si decimos que no vamos a aceptar más algo, tenemos que detenerlo en el momento y hacer algo distinto. Esto se debe repetir hasta que el otro entienda que ahora es de verdad.
Entonces, ponemos límites cuando LOS TENEMOS INTERNALIZADOS. Si lo hacemos cuando ni nosotros nos creemos que podremos sostenerlos, se transforma en una batalla campal diaria o en charlas o gritos inútiles que no conducen a nada. Debe haber un trabajo interno previo, que haga que pongamos límites cuando realmente hayamos comprendido el problema y su solución. Así, será efectivo y los otros “leerán” (en el cuerpo, en el aura) que esta vez es en serio. Si no, es mejor no hablar y esperar.