El filósofo Byun Chul Han menciona lo “pulido” como encarnación del ideal de la cultura que transitamos: la superficie de los celulares, la depilación, las esculturas de Jeff Koons, etc. No daña, no ofrece oposición, es complaciente, se amolda. En otra referencia, sería como los Likes: todos buscamos la aceptación, la aprobación, los elogios, nada “negativo”. Estamos en la cultura del “Positivismo”, entendida como superficial, narcisista, rápida, hedonista, sin resistencias ni demoras, sin verdadero acercamiento ni conmoción o vulneración; un espejo en donde mirarnos y, si no nos gusta el reflejo, nos vamos (una buena metáfora acerca de las redes sociales o las relaciones actuales).

Todos estamos tan atravesados por estos conceptos, de forma inconsciente, que creemos que estamos lejos de esta instigación, pero nos llega y nos hace sentirnos feos, gordos, pobres, menos, desperdiciados, apartados, perdidos, depresivos. Charlaba con una paciente que está en ámbitos políticos y se lamentaba de que ahora nadie tenía verdadera “militancia”, que no hacían las cosas de corazón, sino por dinero o ventajas. Una de las razones es que esas instituciones tribales se están desmoronando y ya no contienen ni ayudan, solo están corruptas y a merced de dirigentes que no saben, no pueden o no quieren adaptarse a los nuevos tiempos, por lo que simplemente medran en las sombras.

La otra es que el capitalismo salvaje ha impregnado todo espacio con una supuesta promesa de “libre oferta de bienes y servicios” y de “igualdad de oportunidades”, que no se concreta en la realidad, por lo que crea un ilusorio ofrecimiento que termina dejando una polaridad cada vez mayor: los pocos que pueden y los muchos que no llegarán nunca.

Los primeros se deben mover continuamente para no ser arrastrados por las nuevas olas, con enormes exigencias de productividad, apariencia, consumo, innovación, etc. Aun cuando parecen privilegiados, en realidad corren sin parar porque saben que son fusibles: si se queman, son reemplazados. Esta lógica baja a toda la sociedad: siempre hay doscientos más esperando por el puesto, así que nadie es importante ni imprescindible, solo una pieza del engranaje.

¿Es verdad esto? Sí y no. Es obvio que así está funcionando, pero resulta que cada persona es única y sus contribuciones no pueden ser sustituidas por cualquiera… pero no lo estamos creyendo… Es parte del lavado de cerebro esta dicotomía de “puedes ser y hacer lo que sea” (cosa que no es cierta, es una promesa vacía porque solo puedes lo que está dentro de tu diseño) y “estas son la reglas del sistema y mejor las cumples”. Esta situación crea enorme ansiedad, incertidumbre, inseguridad, desvalorización, o sea un terreno fértil para mano de obra barata y temerosa o la total falta de motivación y la consiguiente caída en la pobreza, la droga, el delito, los planes del estado, para tener votantes cautivos.

¿Qué hacemos entonces? En principio, darnos cuenta de estas manipulaciones. No podemos salir si nuestra mente está tomada por ideologías que nos dañan y niegan. Debemos conocernos realmente y crear un ámbito propio, que refleje nuestros dones y propósitos, tenemos que elegir cómo vivir y relacionarnos, no cayendo bajo las influencias del modelo ni desvalorizando nuestra contribución. Es una vida más simple y conectada a nuestra verdad. Si persistimos, nos vamos encontrando con otros, con espacios sanos, sin fantasías redentoras, solo con nuestra Luz.



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2 comentarios
Es exactamente como lo veo gracia, por aclararme muchas cosas y sobre todo me dio paz
Gracias
Me alegro, Gabriela, que estemos en sincronía y espero que crees tu propio espacio de Luz.
Te mando un cariñoso abrazo.