Últimamente, estoy viendo episodios de un programa llamado “Supervivencia al desnudo”. Al final, muchos dicen esta frase repetida hasta el hartazgo: “Si yo pude, tú también”. He aquí que NO. No tengo el cuerpo ni la energía (y ahora la edad) para pasar por algo así… Es tan común decirla que hasta yo lo he hecho, para luego quedarme en la duda (con razón). Es la base de casi todos los cursos y seminarios que se hacen, es la motivación para que nos movamos, es la oferta explícita o tácita para que iniciemos el cambio, es la ilusión colectiva que nos hace continuar.

En el fondo, es la promesa del modelo hegemónico, aunque esté partido en miles de nichos que se creen únicos. Cada uno tiene un prototipo idealizado al cual llegar, y una meta quimérica a la cual apuntar, a pesar de que se vende la originalidad. ¿Cómo tenerla si está basada en estándares homogeneizados, habitualmente de la persona o la institución o el patrón de los que los crearon?

En general, esta exhortación es el resultado de experiencias duras y extremas, que culminan en algún éxito fulgurante o en un sentido de la vida mayor. Lo dicen mucho las figuras del espectáculo, tanto como los deportistas, los emprendedores o hasta los políticos, obviando que solo un pequeñísimo porcentaje llega a ese nivel. También lo sermonean los que han tenido vivencias extraordinarias, cuando la mayoría no pasa por ellas.

Este es uno de los problemas: casi todos tenemos vidas ordinarias, que exigen tanto de nosotros que poco queda para heroísmos. De hecho, cuando pasamos por hechos traumáticos, encontramos la energía para resolverlos, pero luego volvemos a caer en la anomia de la vida cotidiana. Seguramente, te sucedió (a mí sí) que creías que tenías claro el propósito de la vida o tu fortaleza después de algún suceso complicado, pero al final se diluyó en medio del fárrago diario.

Lo llamo “las intenciones de las vacaciones”. ¿Viste cuando estás en un lugar precioso, alejado de las influencias usuales, y te das cuenta de lo que debes ser y hacer, y te lo propones para cuando regreses? ¿Cuánto te dura? Hasta que los condicionamientos te vuelven al ruedo… La energía que se necesita para cambiar algo es extremadamente fuerte y pocos la tienen. Por ello, solo sucede cuando la experiencia es única e intensa (una enfermedad devastadora, un duelo, un accidente tremendo, etc.) o una serie de hechos ruinosos concatenados, que quiebran el status quo.

El aprendizaje es Conciencia, no necesariamente es consecuencia del sufrimiento y la lucha. En el fondo, es el viejo y conocido dictamen de sufrir para lograr algo. Cuánto más te cueste, más reconocimiento y gloria: “Obtendrás el Cielo, hijo”. No necesitas eso. Es cierto que aprendes mucho de situaciones difíciles, pero no tienes que pasar por ellas para hacerlo, así que no las provoques desvalorizándote o abandonándote. Por otro lado, solo puedes lo que puedes.

Mi diseño no me permite muchas cosas, pero me habilita otras maravillosas. Si no lo conozco y me dejo llevar por los de los demás, seguramente seré infeliz y me expondré a experimentos tontos y arriesgados para probarme que puedo lo que no puedo, en lugar de ofrecer potente y alegremente lo que sí. Es obvio que ciertas cosas me costarán, me dolerán, tendré que poner motivación y perseverancia, en un proceso constante. Pero, estarán a mi altura, serán parte de mi desafío, no del de otros. En comparación, serán poco o mucho, pero míos. En el día a día, iré desplegándolos, y serán mi creación, mi huella y, con ello, pueden ser la inspiración (no la imitación) de otros para las propias. ¿Cuál es la tuya?


¿Cuáles son tus dones y desafíos? Haz tu Carta.