
Cuando leo el muro de Facebook, es interesante observar cómo seguimos enganchados de la confrontación para poder afirmarnos. No interesa quién escriba (personas sin estudios, psicólogos, despiertos, conspiranoicos, terapeutas, lo que sea), cada tanto largan alguna diatriba contra algunos, atacan, se defienden, se victimizan, son perseguidos (esta es una gran distinción: consideran que no son nadie si no lo hacen, ya sea por Facebook, el sistema, las entidades, los normales, los malos, los borregos), etc.

Parece que no podemos ser nosotros mismos si no nos peleamos con alguien, y así nos confirmamos a través del conflicto. Aun los que dicen que no les importa la opinión de los otros o que son “buenos”, inconscientemente están buscando que los ataquen o critiquen. Si bien la opinión de los demás nos abre a posibilidades que no podemos contemplar, no es necesario el antagonismo para hacerlo. Las grietas (la dualidad) no han limado el cerebro y es hora de encontrar la Unidad dentro de nosotros.