Hace más de un año, renové totalmente mi departamento. Me gusta seguir agregándole detalles; reparé en que tengo una obsesión con la armonía; me encanta mirarlo con amor y gratitud; me interesa mantenerlo limpio y ordenado. Esto fue una sorpresa.
La desidia progresiva.
La renovación fue consecuencia de que, después de muchas pruebas y reclamos, encontraron y arreglaron las filtraciones del techo del dormitorio. Prácticamente, rehicieron la habitación y aproveché para cambiar también el resto, incluyendo pintura y mobiliario nuevos.
Antes, ver ese techo destruido y las paredes desprolijas hacía que no me importara el estado de la casa en general. Dejaba ropa tirada en cualquier lado, no limpiaba con regularidad, amontonaba cosas, me estaba acostumbrando a cierta indolencia que no es normal en mí.
En la reforma, tiré, regalé y vendí aquello que ya no me representaba. Al tener la casa recién pintada y muebles recién comprados, los cuidaba con esmero. Me pregunté si lo seguiría haciendo con el tiempo: estoy peor.
Me di cuenta que, al ver todo en su lugar y pulcro, me siento mucho mejor y deseo continuar así. Además, me da ganas de profundizar el equilibrio, el bienestar y la calma que me producen, con pequeñas acciones diarias. Para alguien que no vino a hacer (como Proyectora), es una sensación increíble.

El orden transformador.
¿Te estoy contando algo nuevo? Seguramente, no. Pero, como siempre comento, una cosa es saber y otra es llevar al acto. Yo (y tú) entendemos que el orden es importante, pero nos dejamos llevar por las circunstancias o por los estados internos.
En estos tiempos de incertidumbres y transformaciones enormes, es fácil caer en el caos, el miedo, la apatía, la resignación. Y comienza en pequeñas actitudes, que luego escalan y toman nuestra vida, hasta perdernos en una confusión cotidiana, al punto que ni siquiera nos reconocemos.
Entonces, para cambiarlo, es más simple iniciar por lo menos desafiante: organiza tu ropa, tus enseres, mantiene aseada tu casa, pon adornitos y plantas, ten una vista clara y libre de distracciones. Haz lo mismo contigo: no te abandones y cuida tu apariencia y tu salud.

El cambio esencial.
Esta reorganización implica deshacerte de muchas cosas viejas, que ya no cumplen ninguna función o que te traen malos recuerdos. Y elegir con qué (y con quiénes) deseas estar y rodearte a partir de ahora.
También, significa limpiar tus actitudes y tus comportamientos, desechar aquellos que solo te frenan, te disminuyen, te critican, te ocultan. Este es otro tema: nos escondemos detrás de fachadas antiguas, conocidas y limitantes, que son generalmente producto de condicionamientos familiares y sociales.
Al hacer esto, llegas al corazón de ti mismo. Ya no necesitas esa acumulación de cosas, personas, costumbres, conductas, situaciones que terminaron su ciclo. ¿Cómo deseas vivir a partir de ahora?
Puedes comenzar por mínimos actos. No es necesario dinero ni grandilocuencias, mira a tu alrededor y despeja. Ordena tu vida desde lo más pequeño. Muéstrate y muestra cómo eres y atraerás lo que corresponda contigo.