Hace muchos años, era común que se hablara de la máscara que nos poníamos para enfrentar al mundo y que la “verdad” de nosotros mismos permanecía oculta.
Algo como: “Muestro la cara que los demás quieren ver, pero en el fondo soy otro”. No, eres esa cara también. Por eso, eres tan bueno haciéndola.
Somos una multitud.
Ese famoso “Yo” que tanto presumimos no es uno, sino muchos. Estamos constituidos por una colección de Aspectos: cuando uno de ellos toma el micrófono y dice: “Yo pienso que…”, hay otro que, internamente, está indeciso o temeroso o enojado con esa idea, ¡pero nos peleamos con ellos!
Eso es parte del patetismo de creernos Uno. Vivimos en lucha continua con aquellos Yoes que no nos gustan o que no comprendemos o que son “malos”.
Como la sociedad privilegia ciertos atributos, mostramos esos y al resto los ocultamos. Son los No-Yo, los que nos avergüenzan, nos degradan, nos atemorizan, etc.
El otro extremo también es escondido: los Aspectos valiosos que no terminamos de creernos o que no nos atrevemos a mostrar o que permanecen inconscientes.

Es cuestión de porcentajes.
Cuantos más aspectos afirmemos, más libres y en paz estaremos. Es sumamente estresante y fragmentario estar encubriendo, peleando, negando y disfrazando partes que nos componen.
Lo peor de este engaño colectivo es que TODOS tenemos este coctel con los mismos ingredientes. Lo único que varían son las cantidades, pero NADIE escapa a esta premisa.
Alguno será un 70% generoso y otro un 20%, pero la cualidad está ahí. Lo mismo para alguien 10% mezquino y otro 60%. Que no lo admitamos, no significa que no esté. Entonces, lo mejor que podemos hacer es dejar de mentirnos y aceptar que somos todo.
Todo es ego (aunque no nos guste).
Es así. Ninguna parte es más verdadera que otra. Son ciertas y están vivitas y coleando. ¿Cómo podemos manejarlas? Reconociéndolas. Dándoles el espacio que necesitan y usándolas a nuestra conveniencia.
¿Y qué pasa con las “malas”? En general, son contracaras de buenas que no registramos o aceptamos. Por ejemplo, la envidia es no poder descubrir que uno también puede ser o hacer o tener lo que el otro, a su manera. Son llamados de atención a partes que están ocultas o debilitadas.
Una vez concientizadas y actuadas, pueden ir al fondo de la colección y dejar de aparecer continuamente. No necesitamos matarlas o desaparecerlas, simplemente ya no tienen poder de acción y son parte de lo que somos.

¡Brilla!
La paradoja es que, cuanto más caras activemos, más brillaremos. Es como un diamante, que es más radiante cuanto más facetas tiene.
¿Y el Ser? La verdad es que vivimos en el Ego constantemente. La mayoría de los que lo niegan viven en un Ego Espiritualizado, con una pátina reluciente sobre una pelota oscura.
El Ser puede aparecer por momentos, para guiarnos y fortalecernos. Si el Ego está bien reconocido y en su lugar, puede ser la herramienta ideal para que el Ser viva sus designios.

Para conocer tus Aspectos, haz tu Carta de Diseño Humano.