El lunes, comenté acerca de la importancia de temblar, de liberar las contracturas que vamos acumulando a lo largo del tiempo, sin darnos cuenta. Este es un notable ejercicio: simple, pero, si observas todas las indicaciones, muy completo.
Con las piernas abiertas un poco más que el ancho de caderas y apenas más flexionadas, vas bajando muy lentamente hacia el piso, vértebra por vértebra.
No caigas hacia delante, quebrado por la cintura; es más bien un “enroscarse” hacia adentro.
Primero, quédate soltando la cabeza, luego el espacio entre los omóplatos, después la cintura.
Aprovecha para estirar esos lugares, quedándote más en donde sientes más tensión.

Toma nota de que tus brazos estén sueltos, bajando a medida que el torso lo vaya haciendo. Hay una tendencia a sujetar los brazos, por los hombros; imagina que, al contrario, te ayudan a soltar más las contracturas. El peso cae siempre sobre los pies, las piernas te sostienen, mientras la columna se va estirando por el peso de la cabeza, que parece que estuviera sostenida por una soguita, colgando pesadamente. Respira.
Cuando llegues abajo, levanta un poco la pelvis hacia el techo, con lo que tus piernas se extenderán por la parte posterior.
De ningún modo las estires del todo; llega hasta donde puedas.
El propósito es que las piernas comiencen a temblar, liberando la tensión y dejando fluir ondas de energía.
Al principio, es posible que te cueste sentir y soltar el movimiento (que puede ser muy fuerte), porque inconscientemente nos resistimos a que el cuerpo haga por sí mismo este “descontrol”, pero una vez que lo logres, te sentirás placenteramente descargado y reenergizado a la vez.
Si te cuesta producir alguna vibración (tus piernas están demasiado tensionadas), flexiona y estira lentamente unas cuantas veces hasta que comiencen a temblar. Respira todo el tiempo, necesitas oxígeno para mantener la posición. En ningún momento, tenses el torso; el cuello, la columna y los brazos deben permanecer relajados y, por supuesto, no te apoyes en las manos.

Puedes imaginar que tu cabeza suelta al piso todos los pensamientos, mientras tus piernas se nutren de la fortaleza de la tierra para sostenerte. Esta es una de las principales razones para hacer este ejercicio: que te enraices en tu cuerpo, en tu realidad, en la tierra. Incluso, lo puedes realizar en tu trabajo, para relajarte, recargarte y centrarte.
Paradójicamente, este es un excelente ejercicio para las personas que tengan problemas de temblores diversos, porque los pueden ayudar a liberarlos.
Para subir, empuja el piso con los pies y sube desde allí y desde la fuerza de tus abdominales, de tu centro. La columna se encuentra relajada y sube de nuevo vértebra por vértebra. Posiciona primero la cintura, luego los hombros, el cuello y finalmente la cabeza.
Es posible que las piernas continúen vibrando, lo cual es una muestra de vitalidad. Siéntete en tu eje, bien plantado, abierto el pecho, mirando confiadamente la vida de frente.
Luego, comienza a caminar lentamente, sintiendo los pies y las piernas, con el torso liviano. ¿Te siente más en contacto con el suelo y con el cuerpo, más confiado, más relajado, más libre?