
Me ha pasado a veces (igual que a muchos terapeutas) que alguien comenta que no puede abonar consultas (o la Carta de Diseño Humano) o aumentos y, acto seguido, refiere que fue a un recital o a comer a un lugar caro o se compró una ropa nueva. Siempre me pregunto acerca de las prioridades de esa persona…

Cuando yo iba a terapia, destinaba mucho de mi salario a ello, porque estar bien y solucionar los temas que me hacían sufrir era más importante que cualquier cosa. Creo que el consumismo nos ha trastocado las prioridades y sentirse bien en el momento sustituye a una labor más profunda y duradera, que redundará en muchos más beneficios que el placer del instante (que el sistema vende como la gran panacea: “experiencias” que “sanan”).

Obviamente, me estoy refiriendo a personas que están en condiciones de hacer esta inversión en su salud y creen inconscientemente que pueden continuar “aguantando”… hasta que están tan dañadas que luego resulta muy difícil hacer los cambios que necesitan. No hay cosa más cara que no conocernos e ir en contra de lo que somos.
