Escuchando una entrevista con la Dra. Sandra Rossi (te recomiendo especialmente que la veas aquí), me encantó saber cómo un experimento científico “probó” algo que esta sociedad niega aun hoy: el cuerpo es más rápido y certero que la mente.
Se llama “Tarea de Iowa” y consistía en que personas eligieran entre cuatro mazos de cartas las que les hacían ganar o perder. Tenían que elegir de a una hasta que detectaran cuál mazo era el que tenía más ganadoras y cuál más perdedoras. Les pusieron detectores en la piel, ya que es el órgano que más rápido responde al estrés.
El promedio de las personas necesitó sacar 80 cartas para descubrir cuál era el mazo más favorable. En la carta 10, la piel ya detectó cuál era el más peligroso. Lo que al cerebro le llevó 70 cartas estructurar cuál le convenía, al cuerpo le llevó 10 revelar el que no.
La exigencia de la máquina bella.
Estamos en una sociedad totalmente mental, que reniega de lo corporal, reduciéndolo a una máquina, que haga lo que debemos o ansiamos, o a una imagen, que muestre lo que queremos o tenemos que ser. En cualquier caso, es una carga, tanto cuando no puede o no cotiza.
Cada vez más, el cuerpo es acallado con pastillas, para que la mente triunfe en su omnipresente deseo de poder. La Inteligencia Artificial vendría a ser la cúspide de estos tiempos, un organismo ultra veloz que compendia toda la información posible.
El conocimiento silencioso y milenario del cuerpo.
¿Y de qué sirve eso? Me recuerda a pacientes que, cuando les hago notar algo o les doy una tarea, me dicen: “Ya lo sé”. Pero no lo hacen… Se quedan en la mente, mientras siguen buscando razones para no hacerlo.
Es más fácil (aunque más caro) rumiar constantemente y abrir decenas de posibilidades que realizar una. Esto es porque nos han inculcado que la mente es lo más excelso y la única que puede decidir lo mejor para nosotros.
Como lo demostró el experimento, esto no es cierto. El cuerpo tiene instinto e intuición y son más rápidos e infalibles.
- La piel (“Me gusta, es una cuestión de piel”),
- una sensación de atracción o rechazo (“No me cae bien”),
- un latido de peligro (“Algo va a pasar…”),
- una súbita percepción brillante (“¡Eso es un negocio!”), son instantáneos y nos proporcionan todo lo que necesitamos.
En realidad, todo no. Porque no nos dan razones, eso que la mente necesita tan desesperadamente. Mejor lo pensamos, mejor nos tomamos un tiempo. Tarde. Ya caímos, ya erramos, ya lo perdimos.
Confía en tu cuerpo ya.
Entre otras cosas, me enamoré de Diseño Humano porque declara que la mente nunca puede decidir. Es mayormente el cuerpo el que debe. Una de estas Autoridades Internas es el Centro del Bazo, a través del instinto, la intuición y el gusto.
El cuerpo, en el aquí y ahora, sabe. Me costó mucho escucharlo. Es uno de mis aprendizajes. No tenía noción de peligro, me metía en cualquier cosa, me enfermaba continuamente, amplificaba los síntomas de los otros, buscaba seguridad en los demás, mi cuerpo gritaba lo que mi mente no sabía o mi corazón ocultaba.
Tuve que dedicarme enteramente a él para ser consciente de estas cosas. Y aprender a no permitir que la mente se apodere de mí. A que me vuelva loca con sus dudas e inseguridades o tome decisiones que no me convienen.
Y es lo que quiero que comprendas: tu cuerpo ya sabe lo que tu mente aun no se dio cuenta. Mientras ella divaga entre el pasado y el futuro, el cuerpo está conectado a todo constantemente. Vivir en el aquí y ahora es vivir en el cuerpo. No hay otro secreto. Escucha y confía en él.
Haz tu Carta de Diseño Humano y conoce todo sobre ti. Más info aquí.