Una paciente estaba recordando eventos de su vida que fueron importantes puntos de elección, momentos en los que estaba tomando decisiones que la mantendrían en su camino kármico o la moverían a una nueva forma de ser. Uno fundamental fue el día de su boda: mientras esperaba para caminar hacia el altar, le cayó que estaba cometiendo un gran error. Por un instante, pensó en irse pero la iglesia estaba llena de personas, se gastó mucho dinero, había expectativas que cumplir, así que lo aceptó. Sintió que había hecho una elección que le traería drama y sufrimiento (y así fue).
Mientras hablaba, ella se dio cuenta de que esa revelación era de su Ser Superior diciéndole que había otra posibilidad, una que estaba disponible pero que tenía miedo de tomar. Y este es nuestro dilema cuando enfrentamos nuestras opciones. Algunas son fáciles, tales como qué vestir o qué comer. Otras son más difíciles, como qué carrera vamos a cursar, entrar o no en una relación, tener hijos o mudarnos a un nuevo lugar. Y otras son mucho más desafiantes: pueden significar transformar nuestra vida hacia una que no incluya cosas de nuestra vieja realidad.
¿Entre qué opciones elegir?
Hay muchas disyuntivas disponibles en cada paso de nuestro camino. Entonces, ¿cómo es que nos atoramos? Porque la mente es experta en abrir cientos de posibilidades referidas a:
- ¿Cómo va a pasar?
- ¿Quiénes son afectados por esto?
- ¿Qué me sucederá (siempre en clave Catástrofe, no buenas)?
- ¿Qué pensarán los demás?
Dentro de cada una de estas preguntas yace la respuesta más obvia: el miedo. Ya sea que pensemos que nos veremos como tontos, que tomaremos la decisión errónea, que lastimaremos los sentimientos de alguien, que decepcionaremos a un ser querido, que seremos rechazados o que fallaremos, la razón por la que no hacemos elecciones (o son malas) se puede encontrar en nuestro propio temor.

La opción termina siendo el miedo.
Es en nuestro miedo en donde nos atascamos. Él atrae todo lo que vibre a su nivel y envía una onda que esconde todas las opciones que vibren más alto, haciéndolas invisibles. De esta forma, nos quedamos prisioneros de nuestro karma porque el miedo crea más karma, más adhesión al sistema opresor. Para liberarnos, tenemos que liberar nuestro miedo. Y podemos realizarlo en pasos pequeños, haciéndonos estas preguntas:
- ¿Qué miedo se está presentando?
- ¿Qué necesito aprender o saber en esta situación?
- ¿Cuál es el camino más alto que lleva a una opción transformadora?
El miedo como Puerta de Iniciación
El miedo puede verse como el bloqueo a nuestro crecimiento espiritual. Cada situación que enfrentamos es una elección entre él o el camino del crecimiento y la liberación.
Es también una alternativa entre decidir desde la mente o desde nuestra Autoridad Interna. La mente, el ego están atados al sistema, a los mandatos, al recuerdo de cada falla o trauma, al miedo. La Autoridad Interna es individual, procede del cuerpo, que está unido a todo. Dependiendo de cada diseño, puede ser la intuición, la ola emocional, la validación energética, la voluntad, etc. Al decidir desde ella, refinamos el campo de elecciones.
Cuando cedemos al miedo o a los “deberías”, solo captamos más de lo mismo, en un círculo vicioso karmático de sufrimiento y lucha. En cambio, nuestra Autoridad Interna nos abre a lo que es verdaderamente para nosotros, a lo que tiene consonancia con nuestra vibración desde el Ser, a nuestros dones y desafíos reales. A medida que vamos confiando en ella, fluimos sencillamente en el aquí y ahora, atrayendo un camino hacia la paz y la autenticidad.


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