La enfermedad es el inicio de la sanación.

Acéptala e intégrate.

¿Te resulta contradictorio? Las grandes verdades son paradojas. Lo presentí en mí, y me pareció extraño, hasta que lo observé en mis pacientes también, y me di cuenta de que luchamos contra lo que nos traería la solución. Si eso no es una paradoja, no sé lo qué es…

Una historia “común”.

Cuando comienza la terapia, una paciente viene trabajando y moviéndose incansablemente durante años, con diversos problemas personales, familiares y laborales.  Le advierto de entrada que la veo al borde del colapso y que tiene que parar y revisar qué quiere verdaderamente.  Con reparos, comienza a hacerlo y “la vida” la frena.  Ahora, tiene tiempo de verse y poner en claro sus necesidades. 

Al poco tiempo, de pronto, aparece lo que siempre soñó y más.  De nuevo, se pone a trabajar frenéticamente; le vuelvo a señalar que desacelere pero le cuesta.  Surge una enfermedad en la sangre que parece grave: “Esta es tu oportunidad de hacer las cosas de otra forma; ya no eres la de antes, ya no necesitas esa exigencia ni ese empeño; ahora, puedes creer en ti misma y permitir que tu enorme capacidad fluya sencillamente”, le digo.  Finalmente, lo comprende; los valores de su sangre bajan y está comenzando otro capítulo.

Cuento esta historia porque es muy clara con respecto a cómo aparece una enfermedad: en lugar de ser el final de un desarrollo de “salud”, es el inicio  de sanación de un proceso que se arrastraba y del que no se tomaba conciencia.  Es común vivir de formas totalmente nocivas y normalizarlas tanto que las aguantamos durante años, creyendo que así somos y así son las cosas.


Y un desarrollo “normal”.

Esto sucede no solo con dolencias físicas sino con relaciones, trabajos, actitudes, ideas, emociones, muchas cosas.  Nos quedamos varados en lo que aprehendimos en los primeros ocho años y quizás en la adolescencia, y no lo volvemos a revisar nunca más: “así soy yo”. 

Resulta que la mayoría de las veces es un compendio de mandatos familiares, ignorancia, reacciones, sucesos dolorosos, y otros etcéteras que poco vínculo tienen con lo que realmente somos, con el diseño y el potencial que traemos.  De hecho, esta paciente tiene un devenir muy tranquilo y receptivo que nunca se permitió, llevada por los avatares de su vida.

Las crisis se producen porque hemos llegado al límite de lo soportable… y hay gente que aguanta hasta lo indecible, por lo que sus crisis estallan estrepitosamente.  Tenemos multitud de alertas antes, que nos advierten que debemos cambiar, pero las apagamos porque no sabemos cómo hacerlo y/o no queremos asumir las consecuencias.  El cuerpo es un experto en dárnoslas y, cuando cesamos de escucharlas, se encarga de que abramos los oídos con un estampido brutal.  Entonces, aparece la enfermedad.

Un poco raro…

Es interesante que, muchas veces, se presenta cuando más tranquilos estamos, cuando parece que hemos superado el problema.  Lo que pasa es que en ese momento el cuerpo busca descansar de la locura a lo que hemos sometido, a la lucha y esfuerzo al que lo hemos llevado.

El cuerpo necesita calma y bienestar para funcionar correctamente.  La enfermedad puede ser percibida como una parada en seco, como una manera de reponerse del estrés generado y conseguir la tranquilidad que precisa, a fin de reconstituirse.

Tomarlo como un combate no ayuda precisamente.  Sin embargo, es como muchos lo hacen.  En lugar de ello, es mejor aceptarla, observar qué nos llevó a ella, hacer los cambios necesarios, darnos serenidad y confianza, ser contenidos por el entorno, mostrarnos vulnerables, dejar de ser los héroes que idealizamos o que fuimos llevados a imponernos.


Con un desenlace luminoso.

La enfermedad constituye la posibilidad de la transformación que tanto se necesita.  Pero, ¿es inevitable llegar a eso?  No.  Como dije, tenemos muchos avisos previos; si tomamos conciencia de ellos, podemos ir haciendo los cambios poco a poco, a nuestro ritmo, sin crear condiciones atroces.  

Y comienzan en nuestro interior. como un gran círculo integrador, que nos vuelve a nuestro Ser.  El gran error es comenzar en el afuera, queriendo cambiar a los demás o a las circunstancias.  Ellos resuenan con nuestra vibración y, si queremos otras, cambiemos nosotros y se producirán simplemente.

Probablemente, este momento de la historia de la humanidad sea uno de esos hitos.  Vivimos en un sistema que está llegando a su límite, injusto y manipulador, destructor de la Naturaleza a nuestro “favor”, egoico, materialista y desacralizado.  ¿Comprenderemos el cambio que debemos realizar?  De nuevo: es interior.  Si suficiente cantidad de personas vibran en un nuevo paradigma, movilizarán al resto naturalmente.  Asumamos nuestra responsabilidad individual y aportaremos a Todo Lo Que Es.  Te acompaño.

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