La lección de Australia: cambiar la forma de cambiar.

En lugar de cambiar las cosas por odio o dolor, hágamoslo por comprensión, compasión y amor.

 

Navegando en Facebook, vi la foto que acompaña este artículo de un cangurito rescatado e inmediatamente mi corazón se conmovió al ver esos bellos ojos inocentes y le comencé a hablar llena de amor.  Y me pareció la imagen perfecta para metaforizar una actitud que es urgente que tomemos: la de cambiar las cosas a través de la compasión, la comprensión y el amor.

 

Hasta ahora, lo normal es utilizar la ira y el dolor para movilizarnos hacia algo distinto.  Las redes sociales están llenas de artículos inflamados de odio hacia los “culpables” de cualquier instancia que nos parece decisivo acabar o transformar.  O de “víctimas” contándonos sus heridas, mientras otros las apañan en ese rol, sin darles otra salida más que la conmiseración.

 

No se puede negar la enorme fuerza y efectividad que el enojo tiene para salir de situaciones inadmisibles, y tampoco se  discute el papel que el sufrimiento extremo posee para hacernos despertar y dejar circunstancias o personas que nos perjudican. Pero, ellos son solo el inicio y luego deben ser encauzados a buscar verdaderas soluciones, en lugar de agotarse en resentimientos y daños.

 

Estas actitudes normales deben comenzar a dar paso a nuevas formas de entendimiento y de resultados, que nos eleven por encima de las respuestas habituales del ego, que siempre se victimiza y busca culpables, tanto afuera como adentro, tanto para sí como para los reflejos que ve en el exterior.  Si hacemos esto en lo individual, cuando nos juntamos, se potencia y genera más “formas pensamientos” que ayudan bien poco.

 

 

Australia funciona como un ejemplo claro.  Es indudable que todos sentimos pena por los árboles, los animales, las personas que están atravesando por estos incendios devastadores.  Nuestro corazón sufre al ver las imágenes y nos llenamos de dolor y enojo.  ¿Es la única respuesta posible?  Al principio sí, pero luego podemos enviar Luz; sentir amor por las pequeñas criaturas; pedir lluvia o el fin de los incendios; comprender nuestra parte en ello (el fuego incontrolable de la ira tiene su correlato afuera); entender el contexto mayor; observar las otras partes involucradas, etc.

 

Algunos residentes australianos están contando la enorme ola de asistencia y afecto que se movió a causa de este fenómeno.  Personas aportando cooperación, brazos y abrazos, tanto a gente como a animales, cubriendo con generosidad los vacíos que los incendios abren.  La Tierra está cambiando y nos está cambiando.  Somos parte de SU elevación; no es una roca, es un Entidad material/espiritual que también tiene su camino.

 

¿Cómo la/nos apoyamos?  Creciendo, evolucionando, madurando.  La respuesta egoica necesita ser transmutada en más comprensión de lo que verdaderamente sucede y en sentimientos que realmente ayuden.  La compasión no es sufrir con los demás: ¿cómo colabora cargar al otro con nuestro dolor?  La mayoría de las veces ese movimiento de asistir al que pena está dirigido por el reflejo de nuestro propia pena, que queremos reprimir.

 

Es muy común en los padres que quieren evitar que sus hijos sufran y los terminan convirtiendo en inútiles que no pueden con sus problemas y resentidos porque se ven como débiles y necesitados.  Muchas veces, la mejor ayuda es no ayudar.  O enseñar cómo buscar sus soluciones.  O, mejor, ser el ejemplo.  Lo que implica madurar y Ser.

 

Esta es la oportunidad de este tiempo.  No la desaprovechemos recurriendo a los mismos mecanismos de siempre.  Respiremos, aprendamos nuestras lecciones, dejemos de reaccionar, encontremos la Paz y el Amor del Espíritu dentro de nuestros corazones, creemos una buena vida, primero para nosotros y luego permitamos que esa vibración de aceptación y entrega nos guíe hacia lo que es mejor para todos.

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