En estos tiempos, en que nos llenamos de objetivos para el nuevo año, estimamos tener reservas de voluntad infinitas, enterradas en lo profundo cual petróleo, que surgirán para impulsarnos hacia lo alto. Lo mismo sucede cuando queremos hacer algún cambio profundo, porque tendemos a pensar que todo se soluciona con voluntad.
Posiblemente porque no tengo mucho de esta virtud, siempre pensé que la voluntad era un back up, no el recurso principal para la transformación. Comprendo que hay personas tremendamente tenaces, que consiguen lo que sea aplicándose incansablemente, pero son las menos.
Creo en la motivación para crear y funcionar. Cuando somos llevados por un amor entusiasta que nos moviliza internamente, no necesitamos nada más que entrega y constancia. Cuando estamos cansados o aparecen inconvenientes fuertes, ahí podemos necesitar voluntad para continuar, pero no se trata de creer que lo único necesario para avanzar es un poco (o un mucho) de ganas.
Es común decirle a personas deprimidas o sin objetivos o desgastadas que pongan voluntad. Nadie puede salir de estos estados con empeños. Precisan encontrar en sí mismas su autoestima, sus sueños olvidados, su lugar en un mundo amable.
Todos traemos un potencial maravilloso que espera ser reconocido y puesto en tierra. Y viene con una energía divina que nos lleva a encontrar los recursos y los caminos adecuados. Es necesario contactar confiadamente con ellos.
