Tu aura habla más fuerte que tus palabras.

Una amiga me cuenta cómo hará “valer sus derechos”, con una larga retahíla de cuestionamientos, preguntas y respuestas (propias), resentimientos, posibilidades (si me dice esto, le contesto aquello) y muchos etcéteras, llenos de emocionalidad encendida. La dejo que se exprese y luego le digo: “Nada de eso servirá. Solo estás jugando el juego de siempre y terminará igual que siempre”.

Todos pasamos por estos crispados momentos del ego, y los repetimos con distintas personas, creyendo que nos estamos empoderando y diciendo nuestra verdad, para que los demás nos respeten. ¿Por qué no funcionan? Porque parten de nuestra debilidad, de nuestra necesidad de reconocimiento, de lo que no hemos sanado, de lo que ni nosotros nos creemos.

¿Por qué lo creerá el otro? No nos damos cuenta de que nuestra aura habla más fuerte que nuestras palabras. Las leemos sin saberlo y las reacciones parten de ella. Si estamos llenos de dudas, odio, vergüenza, culpa, desvalorización y demás asuntos no resueltos, ello se “ve”, se siente, se huele, y no importan las lindas palabras que ensayemos o las fuertes que surgen volcánicamente: la verdad es la que subyace y que el otro capta para responder.

Si tenemos una mentalidad de esclavo, seremos esclavizados. Esto es cierto tanto para lo externo como para lo interno. La mayoría no tenemos un Centro del Ego Definido, por lo que actuamos desde el No Ser: nos sacrificamos. Si trabajamos muchas horas y damos todo, si hacemos cualquier cosa por familiares y amigos, obtendremos aumentos, ascensos, cariño, ayuda, gratitud, etc. No. Nos usarán, porque eso nace de la falta de valoración interior.

Somos prisioneros de conflictos internos que no solucionamos y ellos se manifiestan en nuestras conductas, que son percibidas por los demás. Por más buenos actores que seamos y por más que repitamos afirmaciones que no sostenemos, ellos aparecerán y atraerán más de lo mismo. Esto se intensifica cuando no nos conocemos y seguimos modelos externos, cuando hacemos lo contrario de lo que deberíamos, cuando nos perdemos de nuestro centro y nos dejamos llevar por los demás, porque “es lo que todos piensan, es la norma, es lo que hay que hacer, es lo que siempre fue”.

¿Cómo obtiene sus derechos mi amiga? Siendo ella misma y creyéndoselos. Parece muy simple dicho así, pero es tan sencillo como eso. En realidad, ella tiene los recursos y tiene los derechos, pero no lo acepta ni confía. Está tomada por sus viejos cuentos repetitivos y no admite que ahora es distinto. No solo ella ya no es esa persona a la que humillaron y rebajaron, sino que la situación es diferente y puede lograr lo que desea.

¿Qué se lo impide? El resentimiento y la ira que guarda, que reclaman resarcimiento, la ilusión de que debe ser ese ideal que su padre y ella se exigieron, la negación de la realidad actual y de lo que es posible ahora, la aceptación de lo que es, de sus dones y miedos, del crecimiento que puede lograr ya, y otras cosas que requieren un duelo (por lo que no fue ni será) y un nuevo comienzo.

Cuando nos paramos en quiénes somos y tenemos claro lo que nos corresponde, no es necesario palabrerío, gritos ni triquiñuelas. Nuestra aura habla fuerte y claro. Y los demás lo vislumbran y lo aceptan. Tengo cientos de ejemplos personales y de otros. Y, como estamos todos conectados, es captado en cualquier parte y atraemos lo que es para nosotros.

No debemos ser extraordinarios para que esto suceda, ni matarnos haciendo miles de cosas. Eso es del ego impotente y carente. Nuestro diseño ya trae lo necesario y nuestro Ser nos guía. Debemos saber manejar nuestra mente para que nos apoye en lugar de crear fantasmas ilusorios, con lo que nuestras emociones se calmarán. La Matrix nos quiere esclavos, pero nuestra Luz es Libertad.

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