Me miro al espejo y no puedo creer la edad que tengo. ¿Qué pasó en este tiempo? Parece que voló y me dejó aquí, sin memoria ni futuro. Una observadora, una guía (cuando me lo piden), un flujo de conciencia, un vacío llenándose con vivencias sencillas. Me costaba la sencillez…
Yo tenía grandes planes. “Expectativas de 100 con resultados de 10”, solía decir cuando mis proyectos no daban el talle que esperaba. Durante mi juventud, me metí en todo lo que pude, era cuestión de tener experiencias, de seguir mi diseño de Prueba y Error (¡y vaya que me equivoqué!). Pero aprendí mucho y, luego, entré en una fase interna, en una oscura noche del alma que me conectó conmigo misma.
Y me desconecté de nuevo y volvió otra noche y así hasta que me di cuenta de que no necesitaba sufrir para evolucionar. Finalmente, terminé mi karma en esta vida y entré al dharma, pero yo quería más, siempre más, otra cosa, más grande. Entonces, me presioné, me enojé (la ira me viene de eones y seguirá conmigo siempre, supongo), me agoté, me rendí. Y vino el entendimiento del aquí y ahora, y la aceptación y el tiempo del no tiempo.

Yo quería ser “especial”
Podía ser el escudo para la vulnerabilidad, la desvalorización, el caos interno. Los grandes planes de ego son para tapar los grandes asuntos que no quiere tratar. Si los consiguiera, creería que está todo bien, que no tiene que lidiar con el dolor, la humillación, el enojo, el abandono, lo que sea. Es paradójico, porque, aun consiguiendo la gran meta, igual se tiene que enfrentar con ellos, y peor porque la carnada de la sociedad capitalista se muestra en su total falacia: lo que tanto anhelamos no viene del dinero y la posición social.
Un gran aprendizaje de estos tiempos es que la vida pasa por el cuerpo, por los vínculos, por los pequeños hechos de cada día, en donde se muestra la verdad de lo que somos. Nos mentimos con los objetivos enormes y nos sinceramos con los simples pensamientos, emociones y actos que nos desnudan el alma. Nos escapamos con la actividad frenética y nos encontramos en el silencio y la lentitud.
¿Tus planes vienen del ego o del Alma?
Esto no significa que no hagamos grandes cosas, en el sentido de algo que sea público o económicamente valioso. Pero, para saber si tus objetivos son verdaderamente alineados y conectados, hazte estas preguntas:
- ¿vienen de los dones que traes o del ego?,
- ¿son adecuados a cómo deseas vivir, cómodos, respirables, o te ahogan en sus exigencias?,
- ¿te iluminan e irradian o te oscurecen y apagan?,
- ¿reniegan del dinero, de lo material o lo integran armoniosamente?,
- ¿siguen los modelos sociales o se atreven a ser originales, ligados a tu creatividad intrínseca?,
- ¿contribuyen a la evolución o son egoístas y narcisistas?
Las semillas que hemos plantado por mucho tiempo comienzan a germinar. Para unos cuantos, todavía hay caos y sufrimiento, pero vislumbran la luz que amanece y hacia allí van. Otros esperan, sin saberlo, que los pioneros muestren el camino y los seguirán a su tiempo. Es hermoso, desafiante y extraño ser precursores, pero debemos hacer nuestro papel. Antes, con furia; ahora, con paz; siempre, con luz. No sé qué viene, pero me encontrará. A ti también. Confía. Te acompaño.


Para conocerte y comprender tus dones, haz tu Carta de Diseño Humano.
2 comentarios
Confia..te acompaño!!!!
WOWW!!!!🙏
Hace trece años que te acompaño, Miguel… Me encanta saber de vos de esta forma!
Te mando un luminoso abrazo.