Transformando la culpa: de la autocrítica destructiva al aprendizaje personal.

Cómo afecta nuestra vida y cómo sanarla.

Un tema recurrente en cualquier terapia o, más bien, en la vida es el tema de la culpa.  Omnipresente en todas las culturas, implica una discordancia con algún sistema de valores personal o social.  Se transforma en un problema mayor cuando es tóxica, neurótica, o sea, cuando es consecuencia de un sistema rígido de valores. 

El ego (en algún momento de la niñez o adolescencia, debido a traumas y/o influencias familiares o sociales) elabora una norma de  “superioridad moral” al que debe someterse estrictamente.  Por su propia rigidez, es una exigencia imposible de cumplir, que causa constantes choques entre la idealización pretendida y la realidad, ocasionando dolorosos conflictos.  Es el continuo “deber” en cualquier situación: “yo debí hacer tal cosa”, “yo tengo que cumplir”.

Todo se polariza en lo bueno y lo malo (sin términos medios ni equilibrios) y nos transformamos en jueces implacables de nuestra propia conducta y las de los demás.  En este último punto, paradójicamente, nos terminamos creyendo responsables de la vida de los otros y sufriendo por lo que no podemos ser o hacer por ellos.  Así, magnificamos exageradamente los “defectos, fallas, errores, ausencias”, criticándonos sin piedad por lo que deberíamos ser o realizar.

¿Qué resultados trae esto?

Primero, vivimos atados al pasado.  Luego, nos relacionamos a través de la culpa: hay una cadena de “educación” de padres a hijos, un intercambio entre amigos y colegas.  Hace experimentar una incómoda sensación, un tironeo interior producto de frases que decimos o nos dicen como:

  • “si no haces/hago esto, me voy a sentir mal”,
  • “sólo deseo tu bien”,
  • “no merezco tanto/nada”,
  • “me sacrifico por tu bienestar”,
  • “yo doy tanto por ti”,
  • “eres lo más importante en mi vida y me respondes así”,
  • “no soy suficiente/soy poco/soy inadecuado”,
  • “no pude hacer nada por (lo que sea)”, etc. 
  • Menciono estas frases porque son muy comunes y debemos identificarlas, al igual que los tonos de voz, que denotan manipulación.

Además, no nos hacemos responsables del accionar y vivimos dando disculpas y pretextos, sin aprender de las equivocaciones, lo cual nos lleva a sentir una intensa humillación y desprecio internos.

¿Para qué podría servir la culpa?

Si la tomamos como algo positivo, es:

  • Una señal para examinar nuestra conducta.
  • Un análisis interno para detectar actitudes y acciones que nos hacen y hacen daño.
  • Una oportunidad de aprender, solucionar, reparar, perdonar.
  • Una toma de responsabilidad.

¿Qué hacer entonces?

En principio, es necesario reconocer que estamos bajo una norma rigurosa, negativa, perfeccionista y exigente.  El ego se ha impuesto reglas asfixiantes e inhumanas, a fin de sentirse “bueno”, de expiar algún pretendido mal mayor, de evitar situaciones conflictivas.  Esto no funciona, porque estamos aquí para aprender en base a Prueba y Error

Por otro lado, siempre hacemos lo que podemos, de acuerdo a nuestra evolución.  Castigarnos durante una vida entera por lo que fue posible en determinado momento es improcedente e inútil.  Las normas de conducta deben ser flexibles y adecuadas al desarrollo de nuestra conciencia

La solución final.

Cuando aceptamos que, debido a la cultura en la que vivimos, es normal sentir culpa, somos más comprensivos con nosotros mismos, lo que nos permite tratarla y removerla (al principio, hagamos con culpa, hasta que se diluya).  También, hace que fundemos nuestro propio sistema de valores, acorde a nuestra evolución. 

En el fondo, la culpa es una forma velada de control y castigo.  Cuando nos asumimos como creadores de nuestra vida, no necesitamos eso.  Podemos apropiarnos de lo que deseamos y accionar para lograrlo.  Si “fracasamos” (o sea, si obtenemos resultados distintos a los que nos propusimos), aprenderemos de esa experiencia.  Si dañamos a alguien (o a nosotros mismos), pediremos perdón y nos perdonaremos.  Todo sirve a los más altos propósitos de nuestra alma.  Por eso, aceptarnos y amarnos más allá de cualquier circunstancia es el remedio para disipar la culpa. 

Comparte:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

captcha

Sobre Diseño Humano

No te pierdas ninguno.

Suscríbete al boletín semanal

Recibe un email semanal con consejos, reflexiones y recursos, directamente en tu casilla de correo.

Categorías

Sígueme