Desde niña, me apasionó lo “espiritual”. Iba a un colegio de monjas, así que el catolicismo fue mi entrada. Acudía a misa, leía la biblia, trataba de entender el misterio de la vida a través de ella. A los catorce, me impactó la incongruencia de los “creyentes”, que hacían todo lo contrario de lo que se debía, y me desilusioné.
Comencé a leer sobre todas las demás religiones y sobre filosofía. Mi espectro se amplificó y mi comprensión se profundizó. Ninguna me resonó tan íntimamente como el Taoísmo.
La No-Acción.
Uno de los conceptos que más me deslumbraron era el Wu-Wei. Con los años, percibí que era una reverberación de mi Ser Proyectora. Por fin, hallaba una noción que explicaba la inutilidad de moverse continuamente, sea para solo hacer, para liberar energía, para apremiar situaciones, para lograr metas impuestas por otros, para lo que sea.
Llevada por los modelos externos, yo había puesto muchísima fuerza (que no tenía) en conseguir todo rápido, exigiéndome y exigiendo a personas y circunstancias para que encajaran en un supuesto camino personal y social que “debía” llevar.
Cuando estalló y me sumió en una gran depresión, comprendí exactamente lo que es el Wu-Wei: el principio de No-Acción. No se trata de no actuar, sino de no forzar soluciones, de fluir con el momento. Al estar en consonancia con el Tao, todo encuentra su camino y se obra lo adecuado, sin forzar la naturaleza de Lo Que Es. En Diseño Humano, sería seguir la Estrategia y la Autoridad Interna (que no es la mente).
Un camino de paradojas.
Este sendero de interioridad, de sencillez, amor, modestia, humildad, se describe en paradojas:
- “Las cosas difíciles del mundo comienzan en lo fácil y la cosa del mundo más grande comienza en lo pequeño. Por ello, el sabio en su vida no actúa lo grande, realizando con esto su grandeza”.
- “Sin salir de casa, se puede conocer el mundo. Cuanto más lejos se mira, menos se aprende. Por ello, el sabio no anda y llega, no contempla y comprende, no obra y realiza.”
- “El que obra, yerra; pierde el que se aferra. Por ello, el sabio que no obra, no yerra; que no tiene, no pierde. Desea el no desear, no aprecia lo difícil de retenerse, aprende el no saber, retorna donde otros pasan, ayuda a la naturaleza de las cosas y no se atreve a la acción”.
- “¿Puedes hacer que cuerpo y espíritu se fundan sin poder separarse? ¿Puedes hacer que el aliento se vuelva tan tierno y fresco como el de un infante? ¿Puedes eliminar de ti las visiones en exceso profundas para estar libre de pequeñas máculas? Dar vida y nutrirla, dejarla nacer sin poseerla, dejarla actuar sin conservarla, dejarla madurar sin gobernarla: esta es la virtud trascendental.”
Una contribución para esta época.
En estos tiempos en que se glorifica la acción constante, los logros enormes, el ego brillante, la información omnipresente y la educación que deforma, el afán perpetuo en la conquista y posesión que mantiene prisionero en la telaraña de la sociedad, el mensaje del Taoísmo puede resultar inasible o imposible. Sin embargo, al renunciar a la vanidad del obrar humano en su lucha por lograr metas impuestas y vacías, puede volver a conectar con la Esencia y fluir con ella.
- “El que conoce a los hombres es sabio. Quien se conoce a sí mismo es un iluminado. El que vence a los hombres tiene fuerza. Quien se vence a sí mismo es poderoso. Quien sabe contentarse es rico. El que no se desvía dura mucho. Quien puede morir sin perecer tiene larga vida”.
Si quieres saber más, lee el “Tao Te Ching”, de Lao Tse.