Tuve distintos períodos con respecto a hablar: cuando era chica, no paraba, era insoportable; cuando entré en la adolescencia, enmudecí, con momentos de rabia y rebeldía; después, tuve distintas épocas pero comencé a comprender la enorme importancia de callar, de escuchar.
Vivimos en un mundo en que todos quieren dar a conocer su opinión, sea en el futbol, la política, la espiritualidad, la sexualidad, lo que se pone María, lo que hace Pedro; el tema es que el ruido ambiental es enorme.
Sería conveniente recordar que tenemos una boca y dos oídos y usarlos de esa forma. CALLARSE es un gran aprendizaje para el ego; le enseña humildad, flexibilidad, aceptación, paciencia, comprensión, respeto, entre otras cosas. Por otro lado, este silencio externo permite el silencio interno, fundamental para conocernos y conectarnos, en lugar de parlotear incesantemente sobre superficialidades. La profundidad es amiga del silencio.