Para el cerebro, la realidad y la fantasía son prácticamente lo mismo. ¿Lo pensaste? Es fácil de observar: cuando recuerdas un buen momento, sobre todo si lo haces con muchos detalles, tu cuerpo responde a ello sintiéndose bien, colmándose de endorfinas; si te imaginas una mala situación en el futuro, tu cuerpo se llena de miedo, tu corazón palpita y tu respiración cambia. ¿Alguna de esas cosas están sucediendo ahora? No, pero tu físico reacciona a ellas como si sucedieran en el presente.
Pasa todo el tiempo. ¿Cuál usas más: la positiva o la negativa? Me atrevo a adivinar: la última. Condicionados por un paradigma de lucha y sufrimiento, en medio de un clima de gran incertidumbre, vivimos imaginando panoramas sombríos, peligros, dificultades, riesgos, desgracias y recordando las peores instancias del pasado, para corroborar que debemos esperar lo malo. Así, nos sentimos frustrados y colapsamos, a veces antes de comenzar.
Teniendo un recurso tan poderoso como la imaginación, usémosla a nuestro favor, concibiendo todo lo bueno que deseamos, con particularidades, con hermosos momentos, con sensaciones vívidas y edificantes. Como comenté en otra oportunidad, la auténtica evolución es dejar este mundo de sufrimiento para vivir con bienestar, conectados a la Luz. No se trata de estar en una burbuja de fantasía, sino de crear con los pies en la Tierra y la cabeza en el Cielo.