Cada vez más, encuentro personas que se sienten a punto de desplomarse, que han tomado demasiados compromisos y ahora están agotadas o hartas. Pueden ser laborales, familiares y/o personales, el tema es que esos asuntos han crecido exponencialmente. A veces, se trata de individuos con una gran capacidad para soportar vastas y variadas obligaciones. Otras, de gente que ha contraído cargas por imposición de otros o de las circunstancias. O de quienes creen que la vida es una sucesión de deberes que están obligados a tomar.
Algo que comparten es la forma de asumir esas situaciones: en general, no se preguntan si las desean o pueden con ellas o cómo las llevarán a cabo, sea porque no saben decir “No” o que no se conocen lo suficiente o que piensan que la vida es una lucha que hay que ganar o que “así son las cosas”. Preguntarse “cómo son las cosas” es importante ahora, porque sino caemos en la manipulación de “cómo deben ser las cosas” que impulsan los que les conviene que sean de una cierta forma.
Esa actividad constante les hace creer que son importantes, indispensables, potentes, dignos de merecer reconocimiento, cariño, poder, dinero, prestigio, lo que sea que necesiten. Esta es la palabra clave: necesitan algo… En el fondo, creen que algo les falta y que, si controlan muchas variables (personas, situaciones, bienes), estarán completos y seguros. Vanas ilusiones. Gran parte del colapso proviene de darse cuenta de que, sin importar cuánto abarquen, siguen sintiéndose insuficientes e inestables.
Otro aspecto de esta conducta es la sociedad en la que estamos, la cual alienta una forma de vida ligada al consumo indiscriminado, a la actividad neurótica, al perfeccionismo y la exigencia, a la búsqueda de laureles externos para argumentar valores internos no vivenciados (“cuanto más tengo, más soy”). Estamos ante un cambio de paradigma abismal con respecto al anterior y, aunque cuesta comprenderlo y experimentarlo, es la verdadera solución a la estresante locura que llamamos vida.
La base de nuestra cultura es patriarcal, ligada a los valores de la lucha, la conquista, la competencia, lo mental, los objetivos y los resultados, el hacer, el poder. Vamos hacia las cosas agresivamente. Es el espermatozoide corriendo hacia su meta. La Nueva Energía tiene mucho de femenino. Es como el óvulo, anidado en el útero, esperando a que llegue lo que desea, confiado y sereno, y abriéndose sólo al que elige. Es sumamente necesario que encarnemos estas cualidades en el mundo y sanemos tanto control descontrolado.
Debes aprender a conectarte a tu Ser, a vibrar en la esencia de lo que eres, a atraer según esa vibración, a esperar con constancia y paciencia, a confiar en que lo que suceda es para el mayor bien de ti y del todo, a abrazar cada experiencia con conciencia y alegría, a responder creativa y espontáneamente, a elegir la ternura y la empatía, a construir con un masculino sanado, a integrar la maravilla que eres: cuerpo, mente, alma.
¿Cómo introduces esa Energía en tu diario vivir? Tomando desde Ella cada pensamiento, emoción, palabra, decisión, acto. No se trata de leer o hacer cursos teóricos. Es enraizar la espiritualidad en la vida cotidiana. Así suceden los milagros. La Luz está en tus manos…