Cambiar es una acción, no solo un saber.

Cómo tomar conciencia y hacer algo distinto.

Tenía una paciente que, ante cualquier percepción o sugerencia, me contestaba: “Ya lo sé”.  Era un latiguillo.  Mientras, continuaba haciendo lo mismo y diciendo que lo que más deseaba era cambiar.  Mi respuesta fue que nunca lo lograría si creía que, sabiendo cómo hacerlo, no lo hacía.

Lo mismo le dije a otro paciente que insistía en buscar el “origen”, el porqué de sus conductas y traumas.   Una vez que tenía una razón, seguía hurgando por otra… y otra…  Esta labor arqueológica es interminable y puede ser usada como una excusa para no poner manos a la obra.

Me sentía identificada con estos pacientes, porque yo también vivía con el “Lo sé” en la boca y me encantaba escudriñar mi pasado.  Cuando comencé a hacerlo con vidas pasadas, me puse un alto: ¿cuántas justificaciones actuales y anteriores iba a utilizar para no enfrentar mi presente y cambiar?

No importa la técnica o el sistema, hemos normalizado que todo tiene una causa y que, conociéndola, mágicamente seremos otros y todo se transformará.  No es así.  Ese puede ser solo el comienzo… o nada más que otra información. 

A la mente le fascina crear contenido.

Está en su salsa cuando crea argumentos, defensas, pretextos, panoramas apocalípticos, fantasías irrealizables, modelos perfectos, comparaciones defectuosas, mandatos imposibles.

Cuanto más interviene, menos posibilidades hay de que algo suceda.  Nos dejamos llevar por la dualidad (bueno/malo), por el tiempo lineal (divagamos entre las culpas del pasado y las ansiedades del futuro), por los cientos de ventanitas que abre para cada posibilidad, congelándonos en un tiempo sin tiempo.


El único tiempo es el Aquí y Ahora.

Por más cautivante que sea encontrar causas y victimizarnos, estamos en una dimensión material.  Si no hacemos algo, si no sucede algo en el presente, la mente repetirá sus programas sin parar, el cuerpo seguirá atado a ella y sus memorias, la vida nos pasará por encima.

Ese fárrago perpetuo que constituye la mente, lleno de tonterías y programas, nos mantiene en la nada misma.  Tomar conciencia de qué estamos pensando, de qué sentimos en este instante, de qué estamos reiterando, nos permite salir de la automatización e introducir algo nuevo.

Vivir en Conciencia.

Cada día se vuelve una aventura.

* ¿Cómo estoy respirando?  ¿Siento el cuerpo?  ¿Qué me está diciendo?  ¿Está cómodo, en la defensiva, en peligro, movilizado?  ¿Me advierte que me vaya o siente bienestar?  ¿Me permite entrar a una actividad (¡Aja, qué bien!) o me avisa que no me conviene (¡Ajjj!)?

* ¿Qué me comunica esta sensación de miedo?  Se parece a algo de mi infancia o simplemente es algo que se repite frente a determinado evento.  Mi Niño Interior está temeroso.  Lo calmo, tomando mi Aspecto Adulto, e intento HACER algo distinto.  No importa si me sale bien o no (esto es Prueba y Error).  Solo llevo a mi mente y a mi cuerpo a un lugar diferente, a uno que quiero lograr.

*¿Qué señales puedo detectar que me conduzcan a mi camino?  ¿Qué me revelará una película o un artículo o una conversación que es justo para este momento? 


Así, cada día trae pequeños momentos de conciencia y de cambio que se van acumulando.  Es como ir sacando fichas hasta hacer caer la torre, mientras construimos otra en su lugar.  Es confiar en nuestra capacidad innata de evolución, teniendo fe en que nuestro Ser nos irá guiando por el mejor camino para nosotros, a través de miguitas que podemos reconocer y seguir.

Tienes recursos corporales, psicológicos y espirituales en los Cursos sobre Miedos.

Comparte:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

captcha

Sobre Diseño Humano

No te pierdas ninguno.

Suscríbete al boletín semanal

Recibe un email semanal con consejos, reflexiones y recursos, directamente en tu casilla de correo.

Categorías

Sígueme