Analizábamos con un paciente poner ciertos límites a sus padres, y él comienza a dar distintos argumentos para explicarles. En un momento, me sonrío y le digo que esas razones eran para él, para poder convencerse de que era bueno hacerlo; él necesita hacer ese proceso.
En realidad, nuestra aura habla más fuerte que nuestras palabras… Cuando estamos llenos de dudas o no lo creemos o pensamos que no lo merecemos o la razón que sea, esto se VE, no con los ojos físicos (aunque nuestra actitud corporal también muestra), sino en el aura. Entonces, no importa lo razonables o convincentes que seamos: no pasará nada y los otros se aprovecharán de eso.
Pero, cuando verdaderamente estamos seguros de algo, no necesitaremos decir o hacer casi nada: el otro lo leerá y será suficiente. Hasta aquí llegó la cosa…