El (errado) camino de las buenas intenciones.

Deja que los demás sean.

Hace unos días, alguien mencionó el refrán: “El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones”, cuando se comentaba sobre los problemas que están atravesando muchos jóvenes, como encontrarse con una realidad para la que no están preparados, debido a la sobreprotección de los padres.

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Al contrario de mi generación, que debíamos aprender y avanzar a pura Prueba y Error, las actuales tuvieron el camino allanado por progenitores que le facilitaron muchas cosas, creyendo que los estaban cuidando y evitándoles dificultades. En lugar de de teorías o charlas motivacionales, es mostrarles a través del ejemplo y de permitirles atravesar los “malos” momentos que lo lograrán.

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Hay una gran cantidad de situaciones en las cuales obramos desde una supuesta bondad o de caritativos propósitos, que terminan en lo que se quería evadir. No se trata de ser crueles ni desaprensivos, sino que todos debemos pasar por determinadas experiencias que nos enseñen a ser pacientes, perseverantes, fuertes, resilientes y otras cualidades que se obtienen vivencialmente.

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Muchas buenas intenciones esconden objetivos egoístas, como evitar el sufrimiento (propio y de otros), mantener el status quo, caer bien, ser el bueno, eludir poner límites y muchas otras cosas. No podemos esquivar ciertas experiencias, así que es mejor aceptarlas y aprender.

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