
Sin entrar en conceptos filosóficos, recordé esta frase mientras escribía el lunes sobre la facilidad de ser nosotros mismos.

Por un lado, no nos conocemos, sino que nos comparamos con los demás y, en base a eso, nos evaluamos y entonces nos valoramos o nos depreciamos.

Esto hace que vivamos en una nube de fantasías, suposiciones, creencias, conjeturas, vaticinios acerca de lo que haremos, pasará, podremos, etc.

Sin darnos cuenta, este mecanismo “normal” se desarrolla como una realidad paralela, como algo que damos por hecho, que es así, y del cual no podemos escapar o cambiar.

Es una mentira constante y ratificada, que produce un gran sufrimiento. Conocernos y comprender nuestros recursos naturales es lo que nos saca de eso, llevándonos a la realidad de lo que sí somos o podemos.

Para algunos, ese engaño es mejor que la realidad, pero nunca funciona: somos prisioneros del mecanismo. En cambio, somos dueños de la verdad.

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