Como vivimos en una sociedad que privilegia la mente, nos dejamos llevar por ella sin siquiera considerar que está llena de influencias familiares y culturales, basura, formas de pensar que no nos sirven, cuentos ajenos y propios y unos cuantos etcéteras que no ayudan. Esta acumulación interminable y diversa de datos inútiles debe ser revisada, tanto en su contenido como en su significado.
¿Nos pusimos a observar cuál es el paradigma bajo el cual opera? Toda mente tiene conceptos de base: los de la sociedad imperante, los religiosos infundidos, los familiares inculcados y finalmente los personales adquiridos. Como los damos por sentado, existimos como si ellos fueran LA verdad y no nos tomamos el tiempo de examinarlos y cambiarlos por los propios. Crecer implica vivir bajo nuestras condiciones y ser responsables por ellas.
En esta reevaluación, encontraremos que somos parte de una cadena familiar de dolores, secretos, traumas, maneras de mantenerse y otras formas que debemos superar para fundar unas nuevas: ese es el compromiso de cada generación. La falsa lealtad a lo heredado hace que continuemos con el sufrimiento, en lugar de adaptarnos a lo nuevo y hallar soluciones que traigan bienestar y evolución.
En la sociedad de lo descartable, todo es acumulativo y pasajero, y está montado para movilizar la ansiedad y sacarnos de nosotros mismos. Si no paramos la voracidad de la mente, que siempre quiere más, la vida es solo una sucesión de adquisiciones (de cualquier índole) que no traen satisfacción ni significado. Es imprescindible detenernos, saborear el momento, contentarnos con lo que hay, encontrar sentido, sentirnos parte y no alienados consumistas.
Una característica de la mente es que puede percibir/crear/analizar/comparar miles de posibilidades, sin parar. Es excelente en eso y nos encanta perder horas en ese dinamismo. ¿Sucederán alguna vez? Generalmente, no. Son solo especulaciones, que nos sumergen en la incertidumbre, la angustia, el dolor. ¿Podremos ponerlas en práctica? Solo a algunas. Mientras permitimos que los pensamientos se sucedan sin detenerse, el cuerpo no da abasto para cumplir con las imprescindibles. Debemos entender que es necesario parar esa actividad insana (es la loca de la casa) y enfocarnos en lo concreto, en el aquí y ahora.
La mente tiene el poder. Si fuera una mente centrada, calmada y conectada al Ser sería maravilloso, pero es caótica, perturbada, ansiosa, febril, pendiente de los cientos de estímulos que la atraviesan, sin rumbo. Está colonizada por el entorno y es perezosa para cambiar. Está automatizada y sigue parámetros rígidos. Le gusta encontrar un argumento y un enemigo para tranquilizarse y seguir anestesiada. ¡Cómo no vivir estresado y angustiado!
¿Cómo salir de este círculo vicioso? Siendo testigos. Consideramos a la mente como “Yo”. No lo es. En todo caso, hay múltiples Yoes que se disputan el título. Dejar de identificarnos con el contenido mental es esencial. Al establecer un Testigo, podemos observar ese contenido, sin tomar partido, sin criticar ni juzgar. Entonces, veremos el andamiaje en que nos sostenemos, los elementos a los que nos aferramos inútilmente y la cantidad enorme de cosas insignificantes y efímeras que aparecen y desaparecen sin dejar rastros.
Reeducar la mente para que nos sirva nos rescata de su yugo. En realidad, el cuerpo es mejor sirviente: está conectado a Todo Lo Que Es en el presente. Todo es impermanente en este mundo de la forma. Aceptarlo y fluir con lo que sucede nos libera para vivir conectados. Te acompaño.
2 comentarios
Hermosooooooo como tu alma!
Como seguramente la tuya, porque somos reflejos. Muchas gracias!
Bendiciones!