
Hace un tiempo, leí a alguien que se quejaba porque los terapeutas sabían de entrada cuáles eran los problemas de una persona, pero la mantenían durante años dando vueltas, solo para sacarle plata. O que había individuos que vendían un curso (curro) y después bombardeaban con otros más, que iban inventando o repitiendo o improvisando niveles para seguir recaudando.

Es cierto. Hay gente así. También, hay gente que no quiere afrontar sus problemas y se cubre con “profesionales” de ese estilo. “Estoy haciendo terapia” vendría a ser la excusa para no cambiar, paro escudarse con que lo está trabajando. Cada uno es funcional al otro.

Lo mismo sucede con cursos, talleres, retiros, etc. Pasan de uno a otro, se llenan de información, pero llevan poco a la práctica. La mente (el ego) es voraz y llena de pretextos para seguir con sus cuentos.

Soy exactamente lo contrario. Propongo desde el inicio cuáles son los dones y aprendizajes y las formas de elaborarlos, pero eso asusta a la mayoría, que prefiere a esos otros que los mantienen adaptados a sus traumas, sin transformación verdadera.

Parte de este accionar viene del paradigma de lucha y esfuerzo impregnado en la cultura, que ahora cambió por el facilismo y la inmediatez. Son dos caras de una misma moneda. Hay otra posibilidad, superadora, que está esperando tu despertar.
